MARTÍN V
1417-1431 d.C.
Ottone
Colonna, último Papa perteneciente a la poderosa familia romana,
fue elegido en Constanza el 11 de noviembre de 1417, el día de
San Martín, cuyo nombre tomó como Pontífice. El
emperador quería convencerle de que se quedase en
Alemania, los franceses esperaban llevárselo a
Aviñón, pero era difícil para un Colonna preferir
otro sitio que Roma como sede pontificia. Martín V no pudo
volver en seguida a Roma y residió algún tiempo en Mantua
y en Florencia, a donde fue a visitarle Juan XXIII, el antiguo
antipapa, que declaró otra vez su renuncia y falleció
poco después, siendo enterrado en el Baptisterio de la ciudad,
donde Michelozzo y Donattelo adornaron su tumba.
Martín V sólo regresó a Roma cuando
Juana II de Nápoles, con la que se extinguió la casa de
Anjou, aceptó firmar un tratado de paz y abandonó la
Ciudad Eterna. El Papa la encontró en ruinas, despoblada y
miserable, y fue uno de sus grandes méritos el volver a
edificarla y darle nueva vida. Llamó a Roma a los mejores
artistas del Renacimiento.
Después del Concilio de Constanza resultaba
evidente que los estados europeos habían conseguido
independizarse y que la Iglesia había dejado de tener el poder
que había poseído durante el pontificado de Gregorio VII
y de algunos de sus sucesores. Europa se encaminaba hacia el
Renacimiento, época en que las naciones manifestarían
cada vez más su unidad y su fuerza, y en que las letras y las
artes influidas por la antiguedad, merced a la obra reconstructora de
los humanistas, harían el hombre la medida de todas las cosas.
El cuerpo humano, desnudo y hermoso, perfecto e independiente,
será el símbolo de la época, completamente
separada ideológicamente de la Edad Media, tanto de sus
conceptos religiosos como de su moral. El nuevo espíritu no
dejará de influir sobre la Iglesia, cuya falta, en los tiempos
que siguen, será justamente abandonarse demasiado a los placeres
de la nueva filosofia, más pagana que cristiana.
Según lo qur se había decidido en Constanza,
el Papa tenía que convocar otro concilio, con el fin de proveer
a la reforma de la Iglesia, desde arriba a abajo. Martín V no
era muy partidario de los concilios, pero, fiel a lo establecido,
convocó a nueva asamblea en Pavía, transferida a Siena
debido a la peste (1423). Los acontecimientos europeos, la guerra en
España contra los moros, último acto de la magna
reconquista; la guerra entre Francia e Inglaterra, los
desórdenes en Bohemia, no permitieron la afluencia deseada. El
Papa disolvió el concilio y eligió como sede del futuro
concilio la ciudad libre de Basilea, en Suiza, donde los Cardenales y
Obispos tenían que reunirse siete años más tarde.
Varios historiadores han reprochado a Martín V su
actitud poco inclinada a sanear los males que sufría la Iglesia.
Sin embargo, su obra ha sido impresionante. El solo hecho de haberse
reconstruido Roma, en un momento en que la ciudad del Tíber
estaba abandonada por todos, en que los lobos amenazaban la vida de sus
pocos habitantes y desenterraban los cadáveres en los
cementerios, en que los ladrones despojaban sus ilustres edificios de
los últimos restos de su esplendor y en que las iglesias eran
transformadas en establos, constituye un mérito imperecedero.
Además, Martín V protegió a los Santos más
ilustres de su tiempo, San Bernardino de Siena. El capítulo
general de los franciscanos, reunido en Asís, en junio de 1430,
los "conventuales" se habían definitivamente separado de los
"observantes".
Bernardino dio nuevo auge a la predicación
franciscana, que se erigía en contra de los males que agobiaban
a sus contemporáneos y Martín le permitió predicar
en Roma durante ochenta días, asistiendo personalmente a sus
severos sermones. El el último periodo, Francisca Romana, viuda
de Lorenzo Ponziani, habñia agrupado alrededor de ella a las
Oblatas de Santa María, mujeres piadosas que se dedicaban a las
obras de misericordia. Martín les concedió su
protección. Antes de morir, el Papa convocó el concilio
de Basilea.
Página Principal
(Pbro. José Manuel Silva Moreno)