BEATA MARÍA
TERESA SCHERER
16 de junio
1888 d.C.
Ana
María Catalina Scherer nació en Meggen (Lago de los
Cuatro Cantones, Suiza). Por deseo de su madre, a los 16 años
entró en el hospital cantonal de Lucerna para completar su
preparación doméstica. Después tuvo que ocuparse
también de los pobres y los enfermos. A los 17 años fue
admitida en la Tercera Orden Franciscana y en la congregación de
Hijas de María. Durante una peregrinación a Einsiedein se
sintió llamada a la vida religiosa.
En 1845 ingresó en el instituto de las Religiosas
Enseñantes, que había fundado hacía poco el
capuchino P. Teodosio Florentini. En el otoño de aquel mismo
año hizo los primeros votos. Un año después fue
enviada a Baar y luego a Oberägeri, como profesora y superiora en
ambas comunidades. Fue un período de dudas y dificultades, que
superó con una ascesis austera y la obediencia a su director
espiritual. El año 1850 el P. Teodoro la llamó a
Näfels, para que guiase el hospicio de los pobres y
huérfanos. Ese mismo año el P. Teodosio fundó en
Coira un pequeño hospital y encomendó a María
Teresa su dirección. Ella aceptó, convencida de que el
carisma del fundador abarcaba el aspecto escolar-educativo y el
caritativo.
En 1856 las Religiosas Enseñantes se separaron del
fundador para continuar su apostolado educativo independientemente. Sor
María Teresa sufrió mucho por ello: oró, se
aconsejó y finalmente comprendió que Dios deseaba se
ocupase en el futuro de las obras de misericordia espirituales y
corporales. En 1857 fue elegida superiora general de las “Religiosas al
servicio de la escuela y de los pobres”. Al lado del P. Teodosio
guió el instituto de las Religiosas de la Caridad de la Santa
Cruz, que se desarrolló rápidamente.
A Ingenbohl llegaban continuamente peticiones, solicitando
religiosas para que se ocuparan de los pobres y los huérfanos,
del servicio en casas de corrección y lazaretos: eran tareas
arduas, pero estaban en sintonía con el pensamiento de la madre
María Teresa. Abrió hospitales y escuelas especializadas
para inválidos, pero no le gustaba ver a las religiosas como
responsables de empresas. Por ello se crearon tensiones con el
fundador. De todas formas, estaba persuadida de que la intención
del P. Teodosio era resolver la cuestión obrera con justicia y
solidaridad, por lo que le ayudó todo lo posible, y a cuyo
espíritu permaneció fiel aun después de su muerte,
acaecida en 1865. Recibió no sólo su herencia espiritual
sino también la material, teniendo que trabajar ella y sus
hermanas durante años para saldar las deudas que había
contraído el P. Teodosio en su apostolado social. Luchó
por salvar las constituciones que había dado al instituto el P.
Teodosio, aun a costa de oponerse al celo reformador de sus sucesores.
La madre María Teresa era la regla viviente, pero pocos
años antes de su muerte fue criticada por el modo de guiar la
congregación y de observar la pobreza. Fue calumniada y
soportó grandes sufrimientos físicos, que no le
impidieron realizar numerosos viajes para animar a sus hijas y
orientarlas a vivir según el espíritu del fundador.
Falleció en el convento de Ingenbohl. Ya formaban parte del
instituto 1.689 religiosas. Fue beatificada por san Juan Pablo II
el 29 de octubre de 1995.