BEATO MARIANO MULLERAT
13 de agosto
1936 d.C.
Mariano Mullerat nació
en la localidad de Santa Coloma de Queralt, en Tarragona en 1897. Estudió
medicina en la Universidad de Barcelona y se “distinguió por su aplicación
y por la profesión y defensa de la fe”. Se casó
en 1922 con Dolors Sans i Bové, en la localidad de la Arbeca, provincia
de Lérida perteneciente a la Diócesis de Tarragona. Tuvo cinco
hijas, ejerció como médico en los pueblos cercanos, se inscribió
en el Apostolado de la Oración y animaba a los enfermos graves a recibir
los sacramentos, asistía a los pobres gratis e incluso los ayudaba
con medios materiales.
Fundó y dirigió un periódico local en catalán
“L’Escut” y fue elegido alcalde de Arbeca en 1924 y hasta 1939. Su elección
no estuvo motivada por la pertenencia a partidos políticos, sino por
el respeto y prestigio que tenía entre los habitantes.
En 1921 se proclamó la Segunda República. Mullerat
era consciente del peligro que corría por el catolicismo que profesaba
en el ámbito personal y profesional. Por eso, según recoge
su biografía oficial, “se fue preparando para lo que presentía
que le iba a ocurrir, y ya desatada la persecución, arriesgó
la vida y se mantuvo generosamente al lado de sus enfermos”.
Además pidió a su esposa que perdonara a los perseguidores
como él los perdonaba. Milicianos del bando republicano ingresaron
con violencia a su casa y, antes de obligarlo a salir, arrojaron por el balcón
objetos religiosos y les prendieron fuego.
Luego, mientras Mullerat estaba retenido, los milicianos volvieron
a la vivienda y obligaron a su esposa y a su suegro a que quemaran todas
las imágenes religiosas que quedaban. Durante el tiempo que Mullerat
estuvo detenido, curó a uno de sus verdugos de una herida que se causó
a sí mismo de manera accidental. También recetó medicinas
para el hijo enfermo de uno de los milicianos que le mantenían apresado.
Una vez ya subido al camión que le llevaba al lugar donde
iba a ser asesinado, escribió en un papel el nombre de los pacientes
que esperaban su visita y pidió que se entregara la lista a un médico
de un pueblo cercano para que pudiera atenderlos.
Fue fusilado, sin juicio ni defensa, el 13 de agosto de 1936
en un lugar denominado “el Pla”, a tres kilómetros de Arbeca, junto
con otras personas. Según su biografía oficial, “se cree que
el siervo de Dios tornó a exhortar a la plegaria a los demás
detenidos. Una persona que pasaba por aquel lugar oyó que pronunciaba
estas palabras: ‘En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu’”.
Antes de matarlo le asestaron un golpe en el rostro con una azada, que hizo
que se le saltaran los dientes.
Tras dispararle, y cuando algunos de sus compañeros todavía
estaban con vida, les rociaron con gasolina y les prendieron fuego. Los familiares
de los fallecidos reunieron algunos de los restos calcinados y en 1940 colocaron
las cenizas mezcladas en un monumento en forma de cruz que todavía
hoy se encuentra en “el Pla”.