BEATA MARÍA
MANCINI
22 de enero
1431 d.C.
Catalina pertenecía a la familia Mancini de Pisa. Desde la
infancia recibió extraordinarios favores místicos, como
la aparición de su ángel custodio. Se casó muy
joven (a los 12 años) y a los 16 se quedó viuda con dos
hijos; se casó de nuevo, pero después de ocho
años, murió su segundo marido del que tuvo cinco hijos.
Todos los hijos de la beata parecen haber muerto jóvenes.
La familia de Catalina
intentó casarla por tercera vez, pero ella se opuso
resueltamente y se entregó en alma y cuerpo a las obras de
piedad y caridad. Convirtió su casa en hospital. Se cuenta que
acostumbraba beber el vino con el que lavaba las llagas de los enfermos
y que, en cierta ocasión experimentó tal dulzura al beber
ese vino, haciendo fuerza a su naturaleza, que llegó a
convencerse en su fuero interno de que el misterioso enfermo al que
haba atendido no era otro que Cristo. En aquélla época de
su vida, Catalina estaba bajo la dirección de los dominicos, en
cuya Tercera Orden había ingresado. Probablemente dichos
religiosos le pusieron en contacto con santa Catalina de Siena, y
todavía se conserva una carta que esta santa escribió a
"Monna Catarina e Monna Orsola ed altre donne di Pisa". En algunas
ocasiones la Beata tenía éxtasis en la calle.
Más tarde ingresó Catalina en el relajado convento
dominicano de Santa Croce, con el objeto de restablecer en él la
estricta observancia. Se cuenta que la beata consiguió
reformarlo, pero que todavía aspiraba a una vida de mayor
perfección. Así pues, junto con beata Clara Gambacorta,
partió de Santa Croce a fundar otra comunidad en un convento,
construido con esa mira por el padre de Clara. Dios bendijo la nueva
fundación, que se convirtió en un modelo de vida
religiosa, famoso en toda Italia. Ahí murió la beata
María Mancini. Su culto fue aprobado el 2 de agosto de 1855
por Pío IX.