BEATAS MARÍA
MAGDALENA
FONTAINE, FRANCISCA LANEL, TERESA FANTOU Y JUANA GERARD
26 de junio
1794 d.C.
Estas
cuatro mártires eran Hermanas de la Caridad de San Vicente de
Paul, en el convento de Arras. Fueron la madre superiora, beata María
Magdalena Fontaine, nacida en Entrepagny en 1723; en el 1748
ingresó en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl
y desde 1767 fue superiora en el convento de Arrás; de 71
años. La beata Francisca Lanel, 42 años;
nació en Eu (Rouen) en 1745. Ingresó como Hija de la
Caridad en 1764 en Rouen y más tarde enviada a Cambrai y a
Arrás. La beata Teresa Fantou, nació en
Miniac-Morvan en Bretaña en 1747. Ingresó en las Hijas de
la Caridad en 1776 en París; de 47 años. La beata Juana
Gérard, de 42 años, nació en Cumiérs en
1752. Ingresó en las Hijas de la Caridad en 1776.
En plena Revolución Francesa, las cuatro hermanas,
de acuerdo con el criterio de su regla, se negaron a prestar el
juramento de fidelidad que exigía la Convención a
clérigos y religiosas y, por lo tanto, se las apuntó en
la lista de sospechosos. Pocos meses más tarde, el 14 de febrero
de 1794, fueron detenidas por infidelidad. Con base en cierto documento
que había sido introducido clandestinamente en el convento por
alguno de sus enemigos, fueron interrogadas sobre «sus
actividades contra revolucionarias». El tristemente
célebre sacerdote renegado Joseph Lebon, solicitó a la
Convención el envío de las cuatro hermanas a la ciudad de
Cambrai, para ser juzgadas por él. Las prisioneras llegaron a
Cambrai el 26 de junio y, el mismo día, comparecieron ante el
tribunal donde se acusó a la superiora Magdalena de ser
«una piadosa contra-revolucionaria» y a las otras tres como
sus cómplices, por lo que fueron condenadas a muerte, sin
apelación.
Sin tardanza, las cuatro hermanas de la caridad fueron
conducidas al cadalso y las gentes se detenían a mirarlas,
conmovidas, porque todas ellas iban cantando a voz “Las letanías
a María”. Sobre la plataforma de la guillotina se produjo un
suceso notable: la madre Magdalena que fue la última en subir,
luego de haber visto rodar las cabezas de sus tres hijas, se
volvió hacia la multitud y gritó:
«¡Oíd, cristianos! Nosotras hemos sido las
últimas víctimas. La persecución se
detendrá; las guillotinas serán destruidas y los altares
de Jesucristo se levantarán de nuevo, llenos de gloria».
La profecía se realizó al pie de la letra. Tras la
ejecución de las cuatro religiosas y ante críticas tan
violentas que amenazaban con transformarse en ataques armados, Lebon se
vio obligado a detener la matanza y, menos de seis semanas
después, su propia cabeza cayó en el cesto. Las cuatro
Hermanas de la Caridad fueron beatificadas por el papa Benedicto
XV el 13 de junio de 1920.