BEATA MARÍA
MAGDALENA DE LA ENCARNACIÓN SORDINI
29 de noviembre
1824 d.C.
Nació en Porto
Santo Stefano (Italia). A los 17 años recibió una
propuesta de matrimonio, el joven le regaló preciosas joyas. En
una ocasión adornadas con ellas, al mirarse en un espejo se le
apareció el rostro doloroso de Jesús crucificado que la
invitaba a entregarse totalmente a él y le decía:
“Catalina, ¿me abandonas por el amor humano?”. Ingresó en
el monasterio de las Terciarias Franciscanas de Ischia di Castro,
tomando el nombre de María Magdalena de la Encarnación.
En 1789, en el
refectorio vio a “Jesús... que le decía: Te he elegido
para instituir la obra de las Adoratrices Perpétuas, que
día y noche me ofrecerán su humilde adoración para
reparar las ofensas y las ingratitudes de la humanidaad e impetrar
gracias y ayudas de mi divina misericordia".
El 20 de abril de 1802
fue elegida abadesa, cargo que ocupó hasta 1807, cuando,
siguiendo la voluntad de Dios que deseaba un nuevo instituto -y
escritas las Constituciones-,
se trasladó a Roma, con algunas hermanas y la bendición
de Pío VII, para fundar el primer monasterio de las Adoratrices
Perpetuas del Santísimo Sacramento, en el convento de San
Joaquín y Santa Ana, en Quattro Fontane. La fundación
tuvo lugar el 8 de julio de 1807. Por iniciativa suya la iglesia se
abrió a la adoración de los fieles laicos.
Gracias a su unión con Dios
cada vez más íntima, a su gran espíritu de fe y a
su intensa oración en tiempos difíciles, por la
invasión de los franceses después de la
Revolución, logró realizar muchas obras, en beneficio del
monasterio y también de muchas personas que recurrian a ella.
Profetizó al Papa Pío VII la deportación a
Francia, y su vuelta a Roma. También llegó la cruz a las
Adoratrices, con la supresión del Instituto, y ella fue exiliada
a Florencia. Caído el régimen napoleónico, en el
año 1814 la madre volvió a Roma con algunas
jóvenes florentinas y el 18 de septiembre de 1817 vistió
el nuevo hábito religioso: sayo blanco y escapulario rojo,
símbolos del candor virginal y del amor a Jesús
crucificado y eucarístico. El 10 de marzo de 1818 la Santa Sede
reconoció oficialmente la congregación, que la madre
María Magdalena puso bajo el patrocinio de la Virgen de los
Dolores. Murió en Roma, donde reposan sus restos. Fue
beatificada por SS Benedicto XVI el 15 de abril de 2007.