MARÍA MADRE DE
LA IGLESIA
21 de noviembre
“Ya
desde el principio María desempeña su papel de “Madre
de la Iglesia”: su
acción favorece la comprensión entre los
Apóstoles, a quienes Lucas presenta “con un mismo
espíritu” y
muy lejanos de las disputas que a veces habían surgido entre
ellos.
Por último, María ejerce su maternidad con respecto a la
comunidad de creyentes no sólo orando para obtener a la Iglesia
los dones del Espíritu Santo, necesarios para su
formación y su futuro, sino también educando a los
discípulos del Señor en la comunión constante con
Dios”. (san Juan Pablo II)
La Virgen
María fue solemnemente proclamada como "Madre de la Iglesia" en
el Concilio Vaticano II el 21 de nov. de 1964.
La Iglesia celebraba la festividad de la Presentación de la
Stma. Virgen María. Era el día de la clausura de la
tercera etapa del Concilio Vat. II, y en esa ocasión se iban a
promulgar tres Documentos Conciliares: el decreto sobre las Iglesias
Orientales Católica; el decreto sobre el Ecumenismo; y sobre
todo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia "Lumen
Gentium".
El estudio y la reflexión que el Concilio Vaticano II hizo sobre
el misterio de María en el plan de salvación, no fue
promulgado en un documento propio y particular, sino que
providencialmente, bajo la inspiración del Espíritu
Santo, fue integrado como el último capítulo de la “Constitución
sobre la Iglesia”. Este capitulo VIII, cuyo título es: "La
Stma. Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de
la Iglesia" fue llamado por Pablo VI "vértice y corona" de esa
Constitución. Fue la primera vez que un concilio
Ecuménico presentó una "extensa síntesis de la
doctrina católica sobre el puesto que María
Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia" (Pablo
VI).
Pablo VI, a nombre de toda la Iglesia, expresó una profunda
satisfacción al decir: "podemos afirmar que esta sesión
se clausura como himno incomparable de alabanza en honor de
María".
Texto de
proclamación:
"En verdad la realidad
de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en su
liturgia, en sus sacramentos, ni en sus ordenanzas jurídicas. Su
esencia íntima, la principal fuente de su eficacia
santificadora, ha de buscarse en su mística unión con
Cristo; unión que no podemos pensarla separada de Aquella, que
es la Madre del Verbo Encarnado, y que Cristo mismo quiso tan
íntimamente unida a si para nuestra salvación.
Así ha de
encuadrarse en la visión de la Iglesia la contemplación
amorosa de las maravillas que Dios ha obrado en su Santa Madre. Y el
conocimiento de la doctrina verdadera católica sobre
María será siempre la llave de la exacta
comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia.
La reflexión
sobre estas estrechas relaciones de María con la Iglesia, tan
claramente establecidas por la actual Constitución Conciliar
(LG), nos permite creer que es este el momento mas solemne y mas
apropiado para dar satisfacción a un voto que han dado todos los
padres conciliares, pidiendo insistentemente una declaración
explícita durante este Concilio de la función maternal
que la Virgen ejerce sobre el pueblo cristiano.
Así pues, para
GLORIA DE LA VIRGEN Y CONSUELO NUESTRO, PROCLAMAMOS A MARÍA
SANTÍSIMA "MADRE DE LA IGLESIA", es decir, Madre de todo el
pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman
Madre amorosa y queremos que de ahora en adelante sea honrada e
invocada por todo el pueblo cristiano con este GRATÍSIMO
TITULO.
La divina maternidad es el fundamento de su especial relación
con Cristo y de su presencia en la economía de la
salvación operada por Cristo, y también constituye el
fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia,
por ser Madre de Aquel que, desde el primer instante de la
encarnación en su seno virginal, se constituyo en cabeza de su
Cuerpo Místico, que es la Iglesia. María, pues, como
MADRE DE CRISTO, ES TAMBIÉN, MADRE DE LA IGLESIA”.