BEATA MARÍA LUISA BERMUDEZ RUIZ
18 de agosto
1936 d.C.



   Nació en San Pelayo de Sabugueira (Coruña), aldea ubicada muy cerca de Santiago de Compostela. Vino al mundo el 10 de octubre de 1893 y enseguida recibió el bautismo en la iglesia parroquial. Era Hija de D. Elías Bermúdez Cotón y Dñª Mª del Carmen Ruiz García-Flores, ambos oriundos de la nobleza. Tenían grandes posesiones en los alrededores de Santiago y un pazo con casa palaciega y escudo familiar propio, alusivo a los títulos de nobleza ostentados. El escudo de la familia lleva una cruz y la inscripción “Ave María”, prueba de la religiosidad y carácter cristiano de la familia.

   Sus padres se preocuparon de dar a sus dos hijas una educación esmerada .Sor Mª Luisa tenía otra hermana, dos años más joven que ella, que también fue Hija de la Caridad. Se llamaba Sor Mª Asunción Bermúdez Ruiz; ambas fueron educadas en el Colegio que las Hijas de la Caridad tenían en Santiago de Compostela y allí percibieron el amor a los pobres y la llamada de Dios para ser continuadoras de la misión de Jesucristo entre los pobres. De común acuerdo legaron su patrimonio a favor de las obras de evangelización desarrolladas por la Congregación de la Misión.

   Mª Luisa hizo la prueba o postulantado en el Asilo de San Blas de Madrid y el día 30 de agosto de 1917 ingresó en la Compañía. Fueron sus formadoras Sor Ursula Tablado, Directora, y la Sierva de Dios Sor Justa Domínguez de Vidaurreta, profesora de Historia sagrada, Catecismo de la Iglesia y biografía de los Fundadores.

Maestra ejemplar

   Terminado el tiempo de formación inicial, fue destinada a casas dedicadas a la educación de los niños pequeños. Tenía un don especial para ellos, pues había cursado los estudios de magisterio y era una excelente maestra parvulista. Se manifestaba dulce en la trabajo, cariñosa en la relación, acogedora en la clase y con mucha compasión tanto hacia los niños, como hacia sus familias. La gustaba hacer labores. Era primorosa en el arte del bordado, por eso después de las clases de párvulos, dedicaba parte de su tiempo a la enseñanza de las labores a las niñas mayores.

   Estas fueron sus actividades en los destinos que fue recorriendo: La Residencia de Niños Santa Eulalia de Barcelona (1918), Casa Cuna del Niño Jesús de Logroño (1920) y la Casa Caridad de Zaragoza en 1921. Después cayó enferma y tuvo que estar algunos meses de reposo en la Casa San Cayetano de Madrid. Una vez repuesta, fue destinada al Colegio-Asilo de las Mercedes de Madrid (1922) y, finalmente, en 1931 va al Colegio-Asilo San Eugenio de Valencia. Allí se encargaba del taller-obrador de costura para niñas. Sor Mª Luisa era un alma de Dios, y su carácter dulce y compasivo le hacía sufrir mucho. Se preocupaba con hondura ante cualquier necesidad de los pobres. En la Comunidad se manifestaba piadosa, observante, fiel a las Reglas de la Compañía y responsable en el desempeño de las tareas encomendadas.

Expulsadas del asilo

   Al llegar la persecución de 1936, las 12 hermanas que formaban la Comunidad recibieron la orden de desalojo y desahucio el 25 de julio, transmitida por unos milicianos comunistas de Valencia que llegaron para hacerse cargo de la casa. Hombres y mujeres del Comité desahuciador trataron de aprender en una semana todos los oficios y así quedarse con el Asilo de San Eugenio. Una vez instalados, se posesionan de todo y despacharon a las Hermanas sin ningún miramiento. La Hermana superiora de la Comunidad, Sor Ignacia, distribuyó a las Hermanas de dos en dos en las diversas casas que generosamente se habían ofrecido para acogerlas. Sor Mª Luisa, con Sor Rosario y Sor Micaela pidieron ir juntas a Puzol, a la casa de un familiar de una de las Hermanas, donde había ya un sacerdote perseguido, acogido clandestinamente. Allí estuvieron refugiadas alrededor de tres semanas. Durante este tiempo, ella y sus dos compañeras tuvieron la suerte de poder participar en la Eucaristía a diario, de forma clandestina, como en las catacumbas. Pero los miembros extremistas del Comité comunista del pueblo, que estaban al acecho, las descubrieron. Enterados de que celebraban la Misa a diario con un sacerdote refugiado, decidieron a apresar a los cuatro y quitarlos la vida. Y fueron a buscarlos.

   Era el 17 de agosto de 1936, a las 8 de la tarde. Los llevaron a la prisión y de allí al martirio. Como a Jesús de Nazaret, los llevaron a un huerto, campo de limoneros, cerca del cementerio de Benavides (Valencia). Primero mataron al sacerdote. Su delito: celebrar la Eucaristía en clandestinidad. Después se cebaron con las tres Hermanas, realizando con ellas toda clase de atropellos morales, para, finalmente, las matarlas acribillándolas a tiros. La noche del 17 al 18 de agosto la pasaron preparándose para el martirio, que veían venir de forma inminente. Habían participado en la Eucaristía al amanecer del día 17 y murieron en la mañana del día 18. Sor Rosario Ciércoles alentó a todos a aceptar el martirio como Jesucristo, perdonando a los perseguidores: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” Así murieron Sor Mª Luisa Bermúdez y sus dos compañeras, más el sacerdote que las acompañaba.

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(Parroquia San Martín de Porres)