BEATA MARÍA
FRANCISCA DE JESÚS RUBATTO
6 de agosto
1904 d.C.
Ana
María Rubatto nació en Carmagnola (Turín). Cuando
tenía cuatro años, quedó huérfana de padre.
A los diecinueve años perdió a su madre, tras lo cual fue
a vivir a Turín. Dotada de una gran inteligencia, aunque no
tenía estudios alcanzó un grado notable de cultura, que
armonizó constantemente con la vida práctica.
Cultivó desde pequeña una profunda espiritualidad. En la
capital piamontesa entró al servicio de la noble Mariana
Scoffone, de la que fue dama de compañía y colaboradora
en la administración de su ingente patrimonio desde 1864 hasta
1882. Durante esos años Ana María se dedicó a las
obras de caridad, a la enseñanza del catecismo a los
niños, y a la visita a los enfermos del Cottolengo y a los
abandonados. En el verano de 1883 se trasladó a Loano. Un
día, al salir de la iglesia, oyó lamentos y llanto: una
piedra se había caído de la construcción y
había herido en la cabeza a un jovencísimo peón.
Ana María socorrió al joven, lavó y curó la
herida y, después de darle el equivalente a dos días de
trabajo, lo envió a casa para que se recuperara. La
construcción debía albergar a una comunidad femenina,
para la cual se estaba buscando una directora: el padre capuchino
Angélico de Sestri Ponente, que apoyaba esta iniciativa,
pensó que Ana María Rubatto podía ocupar el cargo
de directora.
Vistió el
hábito religioso junto con otras cinco jóvenes el 23 de
enero de 1885. Cambió su nombre por el de sor María
Francisca de Jesús. Se convirtió, por mandato del obispo
diocesano, en superiora, pero sobre todo en madre y formadora. Fue
éste el inicio del "instituto de las Hermanas Capuchinas de la
Madre Rubatto (luego, Terciarias o Hermanas Capuchinas de Loano). Tres
años después, el instituto comenzó a dilatarse:
Génova-Voltri, Sanremo, Génova-Centro... En 1892
fundó en Montevideo. Siguió la fundación en
Uruguay y Argentina. Siete veces atravesó la fundadora el
océano para estar al lado de las hermanas en los dos
continentes. Abrió dieciocho casas en los veinte años de
su gobierno. Durante los ocho años que duró en total su
estancia en América, fueron incontables los viajes de Uruguay a
Argentina y de una casa a otra. Fundó también en Alto
Alegre en 1899, pero 18 meses más tarde las religiosas fueron
asesinadas con los misioneros capuchinos y muchos fieles.
Después de organizar las casas de Italia, viajó a
América para lo que iba a ser una visita pastoral de pocas
semanas, pero que en realidad se prolongó por más de un
año. Allí, en Montevideo, la sorprendió la muerte,
donde descansan sus restos. San Juan Pablo II la beatificó
el 10 de octubre de 1993.