BEATA MARÍA FELICIA DE JESÚIS
SACRAMENTADO
1959 d.C.
28 de marzo
María Felicia, familiarmente
“Chiquitunga”, nació en la familia Guggiari Echeverría en Villarrica,
Paraguay, el 12 de enero de 1925. Desde muy joven el corazón de Chiquitunga
ardía de amor a Jesucristo, y se consumía de celo apostólico:
el deseo de colaborar con Jesús en su obra salvadora.
A los 16 años se alistó en las filas de la Acción
Católica de la que fue miembro entusiasta y dirigente abnegada. Se
consagró a servir a Dios. Lo encontró en los niños en
la catequesis, en los jóvenes trabajadores o universitarios con sus
problemas, en los pobres, enfermos y ancianos en sus necesidades materiales
y espirituales. Trabajó primero en Villarica, luego en Asunción.
Sobre aquellos tiempos de apostolado escribió:
En todos los trabajos que estoy realizando trato de poner el
sello de nuestro espíritu cristiano, porque quiero que todo se sature
de Cristo y donde quiera que sea pueda dejar un rayito de luz.
No sabría explicarle la ansiedad, el deseo intenso de
trabajar exclusivamente, entregada en cuerpo y alma por causa de Cristo,
al apostolado; sed, verdaderamente sed, tengo de una inmolación mas
efectiva.
Logró un olvido total de si misma para entregarse a Dios
y al prójimo. Su amor por los pobres y por los que sufren fue excepcional.
Hablando de "sus viejitas" de Villarica escribe:
Nunca imaginé que sería tan feliz llevando consuelo
a quienes con su dolor hacen posible nuestra vida... Recorriendo hogares,
prodigando aunque sea tan solo una sonrisa como fruto espontáneo de
la gracia palpitante en nuestras almas, encendido nuestro poco de Amor Divino.
Ser apóstoles, Señor, que hermoso sueño".
| Deseando ya entrar en el Carmelo, M. Felicia escribe:
Se me hacen tan largos los días y quisiera pasaran uno
tras otro hasta ver llegada aquella maravillosa aurora en que, encerrada
en las cuatro mas felices paredes que haya habitado en mi vida, ofreciendo
sin cesar mi vida...
Felicia amaba de corazón el apostolado. Pero llegó
el día en que Jesús la llamó para Sí en la vida
contemplativa. Para ofrecerlo todo a Dios, a los 30 años, ingresó
en el Carmelo de la Asunción (Paraguay). Tomó el hábito
de Carmelita Descalza el 14 de agosto de 1955. Su camino fue ofrecerlo todo.
Como Santa Teresita de Lisieux y otras grandes hijas del Carmelo, la Hna.
Felicia descubrió el secreto de la vida escondida para Jesús,
vida sumamente fecunda que desborda en bendición para toda la humanidad.
Cuentan que cierta Hermana había exclamado: "Apresurémosnos,
porque el tiempo es oro", a lo que ella respondió con toda dulzura
para no ofenderla: "No, hermana, el tiempo no es oro, es apostolado".
Vibraba en ella el amor apremiante de Cristo, la ternura filial
a su "Madrecita", La Virgen María, la participación activa
en la Eucaristía y en la misión evangelizadora de la Iglesia
Católica.
Las Madres Carmelitas Descalzas de Asunción recuerdan:
"En los cuatro años que la querida Hermana vivió entre nosotras
se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio, caridad
y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa alegría"
La hepatitis infecciosa que ya había llevado a la tumba
a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la
ciudad, en enero de 1959, por un mes y algo mas.
Estoy con estos sentimientos de que no ha de ser mucho lo que
me falte para que Jesús, viendo sobre todo mi nada, me lleve pronto.
Aunque pide por su salud porque cree que todavía podrá servir
a su Amado en la tierra, ella se pone totalmente en sus manos.
Enfermó de púrpura, una especie de derrame interno
que producía en distintas partes del cuerpo y de la cara unas manchas
de sangre; su médula ósea no elaboraba ya glóbulos rojos.
¡Jesús tomó de verdad la ofrenda! A lo que
El disponga, lo digo con toda el alma y si El lo quiere sabe por qué!
Ya estoy esperando a Jesús, quisiera llenarme de sólo
su amor y no vivir sino sólo pare El. Sólo espero cumplir su
voluntad, no quiero otra cosa. Me he ofrecido a El como pequeña víctima,
por los sacerdotes, por nuestra Sagrada Orden, por Nuestra Comunidad, por
mis padres y familiares, en fin, por todas las almas".
Tenía un gran anhelo por encontrarse con su Divino Esposo.
La Hna. Felicia recibió con mucha devoción el sacramento de
los enfermos con todo su conocimiento. "He aquí Jesús, a tu
pequeña esposa".
Murió el 28 de marzo del 1959, domingo de Pascua. Aproximadamente
a las cuatro de la mañana, y con todos los familiares presentes, entra
en agonía. Estaba rozagante, recuerda alguien. Pidió a la madre
Priora y a otras dos Madres allí presentes, le leyeran el "Muero porque
no muero" de Santa Teresa de Jesús (fundadora de la orden). Recostada
en los almohadones parecía dormir. De pronto se yergue y con una energía
no común exclama:
Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que grande
es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con
mi Jesús!; ¡Soy muy feliz!"
Y sin borrársele la sonrisa:
Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen
María!
Luego una frase de despedida y consuelo a su madre y hermano
y plácidamente su alma voló al cielo. En su rostro quedó
estampada la dulce y característica sonrisa que le había animado
en vida. Chiquitunga tenía 34 años de edad. El 13 de diciembre
de 1997 se inició su Proceso de Beatificación.