BEATA MARÍA DE LA CONCEPCIÓN
CABRERA DE ARMIDA ARIAS
1937 d.C.
3 de marzo
Hay mujeres que son capaces
de cambiar las cosas, siendo creativas y audaces en sus proyectos, hasta
conseguir realizarlos. Una mujer enamorada, es capaz de superar cualquier
desafío, llegando a la esencia misma del amor. El caso de la Venerable
Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, es un buen punto de referencia,
pues fue una laica y mística mexicana, completamente identificada
con Cristo Sacerdote y Víctima, sin haber abandonado nunca su entorno
familiar y social. Ella, como una mujer multifacética, pues fue joven,
novia, esposa, madre, escritora, fundadora, empresaria y abuela vino a recodarle
al mundo el Evangelio de la Cruz.
Concepción Cabrera de Armida, nació el 8 de diciembre
de 1862, en la ciudad mexicana de San Luis Potosí. Hija de los Sres.
Octaviano Cabrera Lacavex y Clara Arias Rivera, ricos hacendados con un profundo
espíritu cristiano. Desde niña, salvo una o dos ocasiones,
fue educada en su casa, siguiendo la tradición de aquellos años
del siglo XIX. Conchita, como era llamada cariñosamente por sus familiares
y amigos, era feliz jugando en las haciendas de sus papás, en medio
del campo y de los riachuelos. Le gustaba la música y andar a caballo,
siendo una de las pocas que podían montar a los menos domesticados.
Creció muy unida a Jesús Eucaristía, con quien sentía
una confianza especial. Solía tumbarse en el suelo, mientras contemplaba
la huella de Dios en el cielo.
Acostumbrada a las joyas y a los bailes, sentía que algo
le faltaba. No porque lo demás fuera algo malo, sino porque quería
dar nuevos pasos en su vida. En una de las fiestas que se organizaban en
la Lonja, conoció a quien sería el amor de su vida, es decir,
a Francisco Armida García, un joven de Monterrey. De los muchos pretendientes
que tuvo Conchita, ella se enamoró de Pancho, con quien contrajo matrimonio,
después de varios años de noviazgo, el 8 de noviembre de 1884.
De aquella unión nacieron 9 hijos, a quienes les dedicó su
vida con alegría y especial atención.
A partir del año de 1894, se fue clarificando el papel
que tendría como inspiradora y fundadora de las cinco Obras de la
Cruz. Lo anterior, en medio de sus labores, como esposa y madre de familia,
llena de compromisos y visitas. Un hecho que marcó su itinerario espiritual,
fue la visión que tuvo de la Cruz del Apostolado, mientras oraba en
el Templo de la Compañía de Jesús en San Luis Potosí.
Poco a poco, el Señor fue llamándola, hasta conquistar su interior,
compartiéndole sus mismos sentimientos. Desde luego, tuvo que enfrentarse
a la incomprensión, pues no todos entendían, cómo era
posible que una mujer casada, fuera mística y fundadora, sin embargo,
los prejuicios de su tiempo, resultaron insuficientes para detenerla en el
cumplimiento de su misión, la cual, a su vez, había sido confirmada
por sus directores espirituales.
Conchita Cabrera, tras la muerte de su esposo, acaecida el 17
de septiembre de 1901, lejos de quedarse hundida en la depresión,
sacó adelante a sus hijos, haciendo todo lo que estaba en sus manos,
para poder superar los efectos de la crisis económica en la que se
encontraban. Aprendió a confiar en Dios, dejándose hacer y
deshacer por el Espíritu Santo, siguiendo el ejemplo de la Santísima
Virgen María. Nunca se dejó vencer por el miedo o el desaliento.
Habiendo fundado el Apostolado de la Cruz (1894), las Religiosas
de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús (1897), la Alianza
de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús (1909) y la Fraternidad
de Cristo Sacerdote (1912), tras conocer al Venerable Siervo de Dios P. Félix
Rougier Olanier, emprende la difícil tarea de dar origen a la Congregación
de los Misioneros del Espíritu Santo (1914) en plena persecución
religiosa en México. Una vez fundadas las cinco Obras de la Cruz,
Conchita siguió adelante en medio de sus asuntos familiares, jugándosela
por la extensión del reinado del Espíritu Santo. En más
de una ocasión, por orden de la Santa Sede, fue examinada por importantes
teólogos, cuya valoración fue siempre positiva.
Ante la falta de libertad religiosa en la República Mexicana,
sobre todo, durante el gobierno del Presidente Plutarco Elías Calles,
abrió las puertas de su casa para refugiar a varios sacerdotes que
estaban siendo injustamente perseguidos. Entre ellos, destaca Mons. Ramón
Ibarra y González, primer Arzobispo de Puebla, quien, a su vez, era
el gran amigo y protector de las Obras de la Cruz. Conchita no se dejó
amedrentar por la situación, sino que fue una mujer optimista, llegando
a escribir diversos libros sobre la vida espiritual.
Adelantándose al Concilio Vaticano II, demostró
que los laicos tenían un lugar importante en la vida de la Iglesia,
a partir de la vivencia del sacerdocio bautismal. Murió el 3 de marzo
de 1937 en la Ciudad de México. El lema que marcó su vida y
misión apostólica fue: “Jesús, salvador de los hombres,
¡sálvalos!”. “Mamá sonreía siempre”, fue la declaración
que rindió uno de sus hijos al abrirse su Causa de Canonización.
En el año de 1999 fue declarada “Venerable” por su S.S. Juan Pablo
II.
El 8 de junio de 2018 el Papa Francisco autorizó promulgar
el Decreto del milagro atribuido a la intercesión de la Venerable
Sierva de Dios María de la Concepción Cabrera de Armida Arias,
por lo que tan sólo resta se señale la fecha en que se realizará
la ceremonia de beatificación.