BEATA MARÍA
CRESCENCIA PÉREZ
20 de mayo
1932 d.C.
Nació
en San Martín provincia de Buenos Aires (Argentina), en el seno
de una familia de emigrantes españoles. En 1915 ingresó
en el noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires.
Recibió el hábito en 1918, en circunstancias en que
moría su padre, don Agustín Pérez.
No
deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser
instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó
totalmente a su misión, como Hija de la Caridad,
haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en
Caridad ilimitada.
Según sus
testigos, la virtud sobresaliente de María Crescencia fue la
humildad. Esta le permitió vivir las grandes exigencias de la
Caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con
íntima y serena alegría. Era feliz de poder hacer la
voluntad de Dios. Los primeros años de su vida
religiosa los dedicó a la niñez. Se
desempeñó como maestra de Labores y Catequesis, en primer
lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y
después en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en calle
Rincón.
Una
segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos.
Comenzó esta misión en el Sanatorio Marítimo de
Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la
internación y atención de niños afectados de
tuberculosis ósea.
Allí
permaneció tres años. Como su frágil salud
comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores
decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse.
Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde
las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En
el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó
por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los
suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial
viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa
de su vida, ya que cuatro años después de su llegada
entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica
en la virtud.
En el momento en
que María Crescencia llegaba a Vallenar bien puede decirse que
las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de
Congregación en América. Vallenar, de
aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años
antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que
destruyó casi la totalidad de las casa de la
población. A partir de este hecho doloroso, Vallenar
entró en un largo proceso de reconstrucción, que se
prolongó durante muchos años.
La
gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin
techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros pueblos,
hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven
siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar
y por la falta de medios otras Hermanas no pueden ir".
A
pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su
comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios
en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que
Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la
voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en
Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos,
dentro de la alegría de a vida comunitaria y creciendo
incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su
vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te
amas a ti mismo".
Ante
el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres
meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar
el contagio. Pero las últimas semanas de su vida la pasó
nuevamente en Vallenar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con
su serenidad y profunda paz interior. Dios le tenía reservadas
para este momento gracias muy especiales. Según las
crónicas recibió en visión la visita del Fundador,
san Antonio María Gianelli, antes de morir.
Con
verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su
Superiora y Hermana y mientras rezaba con los presentes las oraciones
de los agonizantes, se incorporó e inclinándose
profundamente delante del cuadro del Sagrado Corazón de
Jesús, repitió las palabras que el mismo Jesús le
enseñaba: "Corazón de Jesús, por los sufrimientos
de tu divino corazón, ten misericordia de nosotros". Luego en
una oración pidió por la ingreso de nuevas vocaciones en
su Instituto y una especial bendición para Chile.
Su
deseo de unirse a Jesús era vehemente, por eso exclamó:
"No me detengan mas... No me detengan mas... Sí, que todos vayan
al Corazón Santísimo de Jesús. Allí
encontrarán la salvación de su alma". Finalmente dijo
sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu.
Así murió santamente.
Cuando
la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la población no
quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La santita". Por eso
quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de
1966 la Congregación dispuso el traslado de sus restos a
Quillota. Provista de una pequeña urna, abrieron el ataúd
para reducir sus restos, pero encontraron intacto y en perfecta
conservación su cuerpo y su santo hábito. Toda la ciudad
de Vallenar se congregó para constatar este hecho tan singular.
Se realiza nuevamente el velatorio y luego fue llevada a Quillota donde
descansó 17 años en la bóveda de las Hermanas.
En
1983 se trasladó su cuerpo al panteón de las Hermanas en
Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la
apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se
lo trasladó a la Capilla del Colegio del Huerto. Fue
beatificada por SS Benedicto XVI el 27 de noviembre de 2012.