BEATA MARÍA ANA
SOUREAU-BLONDIN
2 de enero
1890 d.C.
Se llamaba Maria Ester
Sureau-Biondin. Nació en Terrebonne (Quebec, Canadá), en
el seno de una familia de campesinos. Esther y su familia fueron
víctimas del analfabetismo que reinaba en los ambientes
franco-canadienses del siglo XIX. A los 22 años trabajó
como sirvienta en el convento de las Hermanas de la Congregación
de Nuestra Señora, llegadas hacía poco a su país.
Un año después se inscribió como pensionista para
aprender a leer y a escribir. Pronto ingresó en el noviciado,
pero tuvo que dejarlo a causa de su mala salud.
En 1833, fue nombrada
maestra de la escuela del pueblo de Vaudreuil y descubrió que
una de las causas del analfabetismo era una regla de la Iglesia que
impedía a las mujeres enseñar a los niños y a los
hombres enseñar a las mujeres, y como las parroquias no
podían financiar dos escuelas parroquiales los parrócos
se decantaban por tener una de niños o no tener ninguna. Esther
en 1848 propuso a su obispo la idea de fundar una congregación
religiosa para la educación de los jóvenes del campo en
un ambiente mixto. Era una gran innovación, que el Estado estaba
de acuerdo, con lo que el obispo dio su atorización para evitar
un mal mayor.
En 1850 fundó en Vaudreuil, la Congregación de las
Hermanas de Santa Ana, y ella tomó el nombre de María Ana
y fue su primera superiora. Tuvo conflictos con el capellán que
les asignaron que se inmiscuyó de tal manera en la vida interna
de la comunidad, que sor María Ana, fue obligada a dimitir de su
cargo y no aceptarlo nunca más, a pesar de que la regla
recogía la reelección. María Ana vio en ello la
mano de la Providencia y obedeció. Fue nombrada directora del
convento del pueblo de Sainte-Geneviève, pero el despotismo del
capellán, padre Louis-Adolphe Maréchal, la
denunció calumniosamente, en 1858, de mala administración
y consiguió la orden episcopal de que no ocupara jamás
cargo alguno, a pesar de que en los Capítulos de 1872 y 1878 le
había reelegido superiora. Fue destinada a los trabajos
más oscuros: a la lavandería y la plancha y aquí,
en el silencio de la sala de plancha y lavado, formó a numerosas
novicias en la vida de obediencia, humildad y caridad heróica.
Una novicia le preguntó un día por qué siendo la
fundadora estaba en aquella situación y ella le contestó:
"Cuanto más un árbol se enraíza más
profundamente en la tierra, tiene más posibilidad de crecer y de
dar fruto". A causa de este mal capellán se le quitó
hasta el título de fundadora y de que la llamaran "Madre", y
ella supo perdonar a todos y rogó por sus enemigos y por la
gloria de su Congregación. Murió en la casa madre de
Lachine "feliz de ir al encuentro del buen Dios". Fue beatificada
por SS Juan Pablo II el 29 de abril de 2001.