BEATO MANUEL TORRES
NICOLAU
1936 d.C.
25 de julio
Nació el 15 de
octubre de 1874 en Almacellas (Lérida)
Profesó el 16 de julio de 1891
Sacerdote 13 de mayo de 1899
Fusilado el 25 de julio de 1936 en Lérida
El P. Manuel Torres nació en Almacellas, pueblo de la provincia
de Lérida el 15 de octubre de 1874 y fue bautizado ese mismo
día de su nacimiento. Sus padres fueron D. José Torres,
labrador, y Dª. Raimunda Nicolau.
En el mes de junio de 1887 ingresó en el postulantado de
Barbastro. Para la ocasión, el maestro de su pueblo
informó que el niño había observado buena
conducta, y una regular aplicación en todos los ramos de la
enseñanza, muy atento en todas las explicaciones y en especial
en la de la Doctrina cristiana. En el postulantado se mostró
aplicado. En 1889 fue a Alagón a estudiar la Retórica.
El 14 de julio de 1890 se trasladó a Cervera para hacer el
noviciado, siendo maestro el P. Antonio Sánchez del Val.
Tomó el hábito al día siguiente y, terminado el
año de prueba, profesó el 16 de julio de 1891.
Los estudios filosóficos los realizó en el mismo colegio
de Cervera. En 1894 pasó a Santo Domingo de la Calzada para
cursar la teología. En enero de 1895 recibió la primera
tonsura y las cuatro órdenes menores de manos del Exc.mo Obispo
auxiliar de Zaragoza. El 15 de octubre de 1899 recibió el
subdiaconado y a la semana siguiente el diaconado de manos del Obispo
de Osma en la misma ciudad de Santo Domingo. En esta misma ciudad fue
ordenado de presbítero el 13 de mayo de 1900 por el Exc.mo
Gregorio Mª Aguirre, Arzobispo de Burgos y Administrador
apostólico de Calahorra.
Una vez acabados los estudios fue destinado a Segovia como profesor de
externos. En 1902 fue a Don Benito con el cargo de ministro. Luego
pasó por Plasencia, Aranda de Duero y en 1906 fue
destinado a Vich. A continuación tuvo varios destinos,
entre ellos Barbastro, Calatayud, Cartagena, y en 1931 a Lérida
con el cargo de predicador.
En 1922 recibió invitación para ir a reforzar las
misiones de México, pero pensaba que Dios no le llamaba a tan
grandes empresas «cuando no me concede las cualidades necesarias:
como son primero los deseos y virtud suficiente; luego la salud la
tengo muy quebrantada… mi destino por ahora es continuar en este
rinconcito de Barbastro. Sin duda será otro fin el destino
de la Divina Providencia, el cual no sé cuando se
verificará»[1]. Poco después le fue renovada la
invitación para Ultramar y volvió a responder de la misma
manera, especificando su enfermedad, que aclara los informes del
prefecto sobre el mal aliento, pues a base de muchos cuidados «he
conseguido disminuir los problemas del estómago y tener una
aparente salud»[2]. Lo cierto es que el P. Torres sufría
también trastorno psíquico, que, sin embargo, no le
impidió ser consciente para aceptar el martirio.
Cualidades
Buena disposición para cosas y oficios de actividad
física. Sus cualidades intelectuales eran regulares (entre sus
condiscípulos estaban los PP. Felipe Maroto y Juan
Postíus) y era muy aficionado a trabajos mecánicos.
Piadoso pero de imaginación exaltada y extravagante, terco.
Martirio
El día 21 de julio de 1936 salió de la comunidad para
refugiarse en la casa de la Sra. Jaques, contigua al convento y poco
después fue apresado por los milicianos y conducido a la
cárcel, donde le hicieron el expediente de entrada.
En la cárcel le colocaron en el mismo departamento, n. 5, que a
los PP. Miguel Baixeras y Arturo Tamarit, donde convivían
hacinadas 32 personas. Allí se rezaba el Santo Rosario
públicamente.
Un día se presentaron los milicianos en dicho departamento
preguntando a los presos su nombre, profesión y otras
circunstancias. Los tres Misioneros confesaron su condición de
religiosos y sacerdotes.
El P. Torres en varias ocasiones manifestó su resignación
y aceptación del martirio. Allí sufrió con
paciencia los malos tratos de los esbirros.
El día 25, hacia las 4,30 de la madrugada entraron unos del
Comité con pistolas y máuseres y despertaron con un susto
mortal a todos los de la sala. Hicieron poner a todos de cara la pared.
Entonces el cabecilla exclamó:
¡Pobres!, todos me dan lástima.
Pues escoja algunos, por los menos, replicaron los otros milicianos.
Entre los elegidos estaba el P. Torres junto con los PP. Miguel
Baixeras y Arturo Tamarit, porque eran los que dirigían el Santo
Rosario, y a los jóvenes Rafael Ruiz y Julio Ollé. Cuando
iban por la galería, un miliciano dijo: Este no. Así se
salvó el mencionado en último lugar. Habían ido a
buscar a los Padres. De este suceso afirmó un testigo que
«era admirable ver cómo iban a la muerte nuestros santos,
con la sonrisa en los labios, la mirada puesta en el cielo
y con un continente mesurado y digno: todo su ademán anunciaba
la fe y confianza de que pasaban a vida mejor y la caridad que llenaba
su corazón de amor de Dios y perdón de sus
asesinos».
A eso de las 4,45 de la madrugada los otros presos de la
cárcel oyeron las detonaciones de los fusiles. Así
el P. Torres, junto con los PP. Miguel Baixeras y Arturo Tamarit, fue
fusilado el 25 de julio de 1936 en el llamado campo de Marte, donde
hacían ejercicio los militares.
Según D. Antonio Larroca, enterrador del cementerio, fue
enterrado en la fosa común llamada «fosa de los
mártires», lo cual ha hecho imposible su
identificación.