BEATO MANUEL REQUEJO PEREZ
30 de agosto
1936 d.C.



   El P. Requejo ingresó en la Congregación de la Misión a los 56 años de edad y 33 de sacerdocio, con una trayectoria brillante. El señor obispo de Osma-Soria, D. Miguel de los Santos Díaz y Gómara, en las letras testimoniales hace la siguiente semblanza: “Es sacerdote de ejemplar vida y costumbres; muy celoso en el desempeño de sus deberes, habiendo demostrado singular prudencia y competencia en cuantas delicadas comisiones ha tenido que desempeñar en el ejercicio de sus importantes cargos. Maestrescuela de nuestra santa iglesia catedral, y nuestro secretario de cámara y gobierno”. Renunció a todos los cargos y dignidades para iniciar el noviciado en París. El P. Carmelo Ballester Nieto, C.M., que lo conocía bien, sin duda a través de su hermana sor Mercedes Requejo, fue quien lo presentó al superior general, P. Francisco Verdier, elogiando su piedad y buenas cualidades. Su único destino como Padre Paúl fue la comunidad de Fernández de la Hoz en Madrid, a donde llegó en noviembre de 1930, si bien siguió perteneciendo a la provincia francesa de Aquitania.

   MARTIRIO: Desde el 18 de agosto de 1936 se encontraba el P. Requejo en el asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres de la calle Doctor Esquerdo, mezclado con los ancianos, vistiendo y viviendo como uno de ellos. En las mismas condiciones estaba refugiado allí un sacerdote Redentorista, P. Antonio Girón González. Por tratarse de una congregación francesa no despidieron a las Hermanitas, pero el día 24 de agosto los comunistas se incautaron de la casa, colocaron sus mandos en puestos claves y fueron unos días trágicos. A las seis de la tarde, los dos sacerdotes y la  Hermana sacristana comulgaron y consumieron la  Eucaristía de la capilla. El P. Redentorista dijo a la Hermana: “Ahora sí que es para el Cielo”.

   A los ancianos les sometieron a largos interrogatorios. El domingo 30 de agosto llegó el turno al P. Girón y al P. Requejo, ninguno de los dos negó su condición de sacerdote y religioso. Inmediatamente los montaron en un automóvil y se los llevaron a fusilar. El portero del asilo, que les vio subir al auto, observó que el P. Requejo iba con paso firme, alta la cabeza. Este portero era un preso común que tenía 30 años de presidio. Uno de los milicianos apodado el matador, le decía a un joven de 17 años a quien estaban adiestrando a disparar con buena puntería, que matara a esos dos sacerdotes, porque no se moverían. Los cadáveres aparecieron al día siguiente en un descampado llamado Fuente Carrantona, cerca de Vicálvaro.

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(Parroquia San Martín de Porres)