BEATO MANUEL LÓPEZ ALVAREZ
1936 d.C.
20 de agosto
Nacido en el mismo pueblo
que Gonzalico, el célebre niño mártir de las Alpujarras,
fue bautizado en la Iglesia Parroquial del Cristo de la Luz el mismo día
de su nacimiento. Sus padres, humildes labriegos, lo enviaron al Seminario
de Gracia de Granada y fue ordenado presbítero el dieciséis
de julio de 1905.
Como Párroco de Alcolea, tuvo que hacer frente a violentas
ofensivas laicistas. En una ocasión tuvo que pasar toda la noche en
el templo, pues habían amenazado con prenderle fuego durante las celebraciones
del ejercicio de las flores a la Santísima Virgen. Dos meses antes
de su martirio, mientras oficiaba un responso ante el ataúd de una
joven, lo encañonaron con una escopeta.
Obligado a marcharse por la Persecución Religiosa, al
atravesar el puente dijo: «¡Adiós Alcolea!» y bendijo
al pueblo. Se refugió en casa de unos amigos en Picena y, cuando se
dirigía a Granada con otros dos presbíteros, un ataque al corazón
detuvo su marcha. Doña Isabel Fernández, antigua feligresa,
narraba así lo ocurrido: «Se encaminó solo y lentamente
a un cortijo que aparecía a lo lejos con una luz en la puerta. Era
tan bueno y sencillo que no ocultó su condición de sacerdote
a los que allí estaban. Éstos resultaron ser espías
rojos y llamaron a gente de Berja que lo apresó.»
En la madrugada del veinte de agosto, junto a ocho prisioneros,
fue arrojado a un camión y conducido al cementerio de Berja. Al negarse
a bajar del vehículo, allí mismo fue tiroteado. Arrastrado
hasta la fosa, advirtieron que aún vivía y musitaba: «¡Ay
Dios mío!». Con el azadón del sepulturero machacaron
su cráneo y alcanzó el martirio a sus cincuenta y cinco años
de edad.