BEATO LUIS BABA
1624 d.C.
25 de agosto
En Shimabara en
Japón, Beatos mártires Miguel Carvalho, de la
Compañía de Jesús, Pedro Vázquez de la
Orden de Predicadores, Luis de Sotelo y Luis Sasanda, sacerdotes, y
Luis Baba, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, quemados
vivos por su fe en Cristo.
Miguel Carvalho nació en Braga (Portugal) en 1577;
en el 1597 ingresó en los jesuitas y fue enviado a Goa, donde
fue ordenado sacerdote y enseño Teología durante 15
años; fue enviado al Japón, país al que
llegó después de un viaje lleno de aventuras.
A pesar de la persecución, se las arregló
para ejercer su ministerio entre los cristianos de la isla de Amakusa,
frente a Nagasaki. Cierta vez, cuando acudió a una llamada para
confesar en otra provincia, fue traicionado por un espía y
capturado en 1623. Durante más de un año estuvo en la
prisión de Scimabara, encadenado y con grilletes, pero se las
arregló para enviar cartas para poner de manifiesto, tal vez
involuntariamente, su ardiente deseo de entregar la vida a la causa de
la fe, en cualquier forma que los perseguidores pudieran inventar.
Su reclusión fue compartida por el sacerdote
dominico español beato Pedro Vázquez y por tres
franciscanos que se llamaban Luis: el japonés, beato Luis
Sasanda (cuyo padre, Miguel, también fue mártir)
ingresó a la Orden de Frailes Menores en México y fue
ordenado sacerdote en Manila, en 1622; el beato Luis Baba era un
catequista japonés que había estado en Europa con el
padre Sotelo, en el viaje que seguidamente comentaremos; en realidad no
era franciscano, pero vestía el hábito de esos monjes en
la prisión.
El Beato Luis Sotelo era un hombre muy notable y un
misionero franciscano muy hábil. En 1603 llegó al
Japón y, después de haber predicado ahí durante
diez años para obtener gran número de conversiones y
abrir vastos territorios vírgenes a la enseñanza del
Evangelio, emprendió un viaje: el poderoso daimyo Date Masainune
envió al sacerdote junto con Hasekura Rokuyemon a la cabeza de
una numerosa delegación, para entrevisar al rey de España
y al Papa Paulo V. Al pasar por México en ruta hacia Europa, el
Sábado de Gloria de 1614, setenta y ocho miembros de la
delegación recibieron el bautismo (después, todos ellos
renegaron de la fe).
El padre Sotelo acompañó a los embajadores
durante todo su recorrido por España e Italia,
desempeñando una tarea que requería mucho tacto y que
mereció elogios para el sacerdote franciscano, ya que la
misión de la embajada comprendía importantes
consideraciones tanto eclesiásticas como de la política
secular. Pero el padre Sotelo se detuvo en México a su regreso y
no volvió al Japón hasta 1622, cuando la
persecución alcanzaba su punto culminante; dos años
después obtuvo la corona del martirio. Los cinco fueron quemados
vivos lentamente en Scimabara, el 25 de agosto de 1624. Fueron
beatificados en el conjunto de 205 mártires de la
persecución religiosa en Japón el 7 de julio de 1867, por
el Papa Pío IX.