BEATA LUISA DE SABOYA
24 de julio
1503 d.C.
Fue
hija del beato Amadeo IX, duque de Saboya; por parte de su madre,
Yolanda, fue nieta del rey Carlos VII de Francia, sobrina del rey Luis
XI y prima de santa Juana de Valois. El duque murió antes de que
su hija cumpliese los nueve años, y la pequeña Luisa fue
admirablemente educada por su madre. Desde muy temprana edad dio
muestras de poseer cualidades espirituales extraordinarias. Catalina de
Saulx, una de las damas de honor de Luisa escribió sobre ella
estas palabras: "Era tan dulce y generosa, bien dispuesta, y amable,
que despertaba el afecto de todos que se dejaban llevar por su
atractivo y conquistar por su encanto".
En 1479, a la edad de
dieciocho años, se caso con Hugo de Châlons, señor
de Nozeroy, un hombre tan bueno como rico y poderoso, quien, de
completo acuerdo con su mujer, impuso en su hogar una vida
perfectamente cristiana. Tanto por ejemplo como por precepto, marido y
mujer crearon un alto nivel de vida moral y material para todos los que
moraban en sus tierras y dependían de ellos de alguna manera. En
contraste con los palacios y residencias de los otros nobles
acaudalados, la suntuosa casa de los de Châlons parecía un
monasterio. Con especial empeño se combatía la costumbre
de jurar o usar palabras groseras; la señora Luisa fue, sin
duda, la primera ama de casa que tuvo una alcancía para los
pobres, en la que todos los que vivían o visitaban su casa,
tenían obligación de echar dinero, si se les iba la
lengua y decían malas palabras. Luisa prodigó ampliamente
su caridad hacia los enfermos y necesitados, hacia las viudas y los
huérfanos especialmente hacia los leprosos.
Al cabo de nueve años de felicidad matrimonial, murió el
esposo y como no hubo hijos, Luisa empezó a prepararse para su
retiro de este mundo. Necesitó dos años para poner en
orden sus asuntos y, durante este lapso, usó el hâbito de
los Terciarios franciscanos, aprendió a decir los divinos
oficios y se levantaba a la medianoche para rezar los maitines. Cada
viernes se disciplinaba; distribuyó su fortuna, contradijo y
desoyó las objeciones de sus parientes y amigos. Después,
en compañía de sus dos damas de honor, Catalina de Saulx
y Carlota de Saint-Maurice, fue admitida en el convento de las Clarisas
Pobres de la ciudad de Orbe, cuyo monasterio había sido fundado
por la madre de Hugo de Châlons y, en 1427, estaba ocupado por
una comunidad de la reforma de santa Coleta Boylet. Luisa, que
había sido un modelo de doncella, de esposa y de viuda, fue
siempre una religiosa ejemplar. No obstante su elevada cuna, su
humildad era sincera y natural: lavaba los platos, barría,
ayudaba en la cocina, limpiaba los corredores y todo lo hacía
bien y con gusto; con la misma sencillez y naturalidad, aceptó y
desempeñó el puesto, cuando la eligieron abadesa. En este
cargo, mostró especial solicitud en servir a los frailes de su
Orden, y cualquiera de ellos que llegase a hospedarse en el convento,
era atendido a cuerpo de rey; la presencia de los padres y de los
hermanos era como una bendición de Dios y nada podía
faltar a los hijos del "buen padre san Francisco". A la edad de
cuarenta y dos años, murió Luisa de Saboya. En 1839,
el Papa Gregorio XVI aprobó el antiguo culto de esta sierva de
Dios.