BEATO LEONCIO
PÉREZ RAMOS
2 de agosto
1936 d.C.
En Barbastro
en España, Beatos Felipe de Jesús Munárriz Azcona,
Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez Ramos, sacerdotes
Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de la Beata Virgen
María y mártires, fusilados por los milicianos en las
puertas del cementerio durante la persecución contra la Iglesia
por odio a la vida religiosa.
Leoncio nació en
1875, en Muro de Aguas (La Rioja), en el seno de una pobre familia
campesina. En 1889 ingresó como postulante claretiano en el
Colegio de Alagón. Estudió en Cervera y en Santo Domingo
de la Calzada. Fue ordenado sacerdote en Miranda de Ebro en 1901.
Después de pasar por varias casas, en 1907, dada su precaria
salud, ejerció como superior de la casa-sanatorio de Olesa de
Montserrat, en donde vivió hasta 1913. Desde este año
ocupó el puesto de administrador de varias comunidades,
ejerciendo este cargo desde 1928 en Barbastro.
Era servicial y hasta espléndido, dentro de
los límites de la pobreza. Sufría de hemorragias, y supo
sobrellevarlo con gran ánimo. Fue fusilado junto con el beato
Ceferino Jiménez Malla "el Pele".
En la tarde del 20 de julio de 1936 unos sesenta
anarquistas armados irrumpieron en la comunidad de Barbastro en que
residían sesenta Misioneros Claretianos, para practicar un
registro y ver si escondían armas, como se había
propagado calumniosamente de los religiosos durante aquellos
últimos años. A pesar de no encontrar armas, fueron
detenidos. Los misioneros vestían sotana. Durante el registro
dos sacerdotes lograron salvar la eucaristía, la distribuyeron
en parte y la escondieron en un maletín, entre ropa.
Hasta primeros de agosto, el comité de
Barbastro se mantuvo en una actitud moderada. A partir del
fusilamiento, por error, de cuatro anarquistas de Barcelona, cargados
con un botín de objetos religiosos de oro y plata, se
presentó en Barbastro Buenaventura Durruti, el jefe anarquista
que atacaba Zaragoza, y exigió que se pusiese fin a tanta sotana
y a la vida del Obispo, detenido en los Escolapios.
El 2 de agosto, a las dos de la mañana, se
llevaron a cabo dos sacas de veinte presos cada una. Los fusilaron en
el cementerio de Barbastro. Entre los ejecutados fueron los tres
misioneros PP. Munárriz, Díez y Leoncio Pérez, que
animaban a los otros sacerdotes a alcanzar la palma del martirio.
Murieron al grito de «¡Viva Cristo Rey!». Desde ese
día, ya nadie se hizo ilusiones. Había comenzado la
hecatombre de mártires de Barbastro. Cada noche circulaban los
nombres de las víctimas, y la certeza de que ningún
sacerdote ni seglar católico había renegado de su fe,
para salvar la vida, a pesar de las ofertas.