La Santísima
Vírgen María, en razón de su dignidad de Madre de
Dios, fue, desde el primer instante de su concepción, preservada
de toda mancha del pecado original. Esto supone en María
ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y
dones y, ausencia de inclinación al mal. Por eso también
se le llama Inmaculada.
LA DEFINICION DOGMATICA
El Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, del 8
de diciembre de 1854 definió solemnemente el dogma de la
Inmaculada Concepción de María con estas palabras:
"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que
sostiene que la Santísima Vírgen María, en el
primer instante de su concepción, fue, por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los
méritos de Cristo Jesús, Salvador del género
humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido
revelada por Dios y, por tanto, debe ser firme y constantemente
creída por todos los fieles" (Dz. 1641).
EXPLICACION DEL CONTENIDO DEL DOGMA
Repasemos cada una de las proposiciones de la
definición.
-El primer instante de la concepción de María:
En la concepción de María, engendrada por
sus padres hay que distinguir la concepción activa, es decir la
acción de engendrar por parte de San Joaquín y de Santa
Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la
acción de engendrar o el ser mismo de María, furto de esa
acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva,
enseñando que desde el primer instante en que es constituida
como persona, lo es sin mancha alguna de pecado.
-Inmune de toda mancha de culpa original
Es dogma de fe que el pecado original se transmite a todos
los hombres por generación natural, de tal modo que todos son
concebidos en pecado. Ahora bien, como María fue inmune de la
culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello,
tampoco tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres
cosas:
1) Ausencia de toda mancha de pecado
2) La presencia de la gracia santificante con las virtudes infusas y
dones del Espíritu Santo
3) La ausencia de inclinación al mal. Esta mala
inclinación es llamada Fomes peccati.
Estos tres puntos se se dieron en María:
1) La ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune al reato
de la culpa y de la pena debidas al pecado original, en virtud de que
nunca tuvo ese pecado.
2) Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no tener pecado,
el alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde
el primer instante de su ser, y poseía las virtudes infusas y
los dones que acompañan ese estado de santidad.
3) Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en
la aversión a Dios y en el amor desordenado a las criaturas,
provoca la inclinación al mal. En María esto no se dio,
puesto que jamás tuvo pecado alguno.
-Por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente
La "Purísima Concepción" es un privilegio y
don gratuito, concedido sólo a la Vírgen y no a ninguna
otra criatura, en atención a que había sido predestinada
para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, ya
que, según la ley, por su concepción dentro de la familia
humana debería haber incurrido en la contracción del
pecado original para, luego, ser liberada como los demás
hombres; pero esto no ocurrió, pues en Ella se realizó de
modo distinto, como veremos a continuación.
-En previsión de los méritos de Cristo Jesús
Salvador
Se dice en previsión de los méritos de
Cristo porque a María la Redención se aplicó antes
de la muerte del Señor. En cambio los Justos del Antiguo
Testamento esperaron el momento en que bajó al Seno de Abraham
luego de morir en la Cruz.
Ademas, se añade "por los méritos de Cristo"
dado que la redención de la Vírgen tuvo como causa
meritoria la Pasión del Señor. En efecto, como Cristo es
el único Mediador y Redentor universal del género humano,
María como descendiente de Adán, recibe igual que todos
los hombres la salvación de Cristo, el único
Salvador.
-Preservada de la culpa original
Estamos aquí en el núcleo del dogma que
indica la forma en que Dios tuvo a bien aplicar a María la
Redención, y que se explica mediante este concepto clave hallado
por la teología en el siglo XIV.
Los antiinmaculistas se oponían a la doctrina de la
concepción inmaculada de María debido a que
(decían) si la Redención de Cristo fue universal, por
cuanto que todos habían pecado, luego todos debían ser
redimidos. Si esto era así, no se veía el modo
cómo alguien pudiera ser redimido sin haber contraído el
pecado.
Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano,
introduce el término pre-redención y con ello consigue
armonizar la verdad de que María se viera libre de pecado
original, con la necesidad que también Ella tenía de
redención.
Hemos dicho que el pecado afectó a todo el
género humano y, también, que la Redención fue
universal; por tanto, en el caso de María, Ella también
tenía necesidad de ser rescatada del pecado. Pero, en Ella se
hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya
contraído, sino mediante una redención preservante. Es
decir, la primera aplica a todos los hombres que primero incurren en el
pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración
bautismal; la segunda se aplicó a María que, por ser
descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha
hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la
hubiera preservado de la culpa original.
Así por jemplo, se dice que en el orden humano
aquel que preserva de un golpe mortal es salvador en mayor medida que
si solamente hubiera curado las heridas de aquel golpe mortal. Esto es
lo que ocurrió con María: Dios la preservó de
contraer el pecado, realmente la libró del pecado, pero Ella no
lo contrajo en ningún momento. Así pues, la
preservación es el modo más perfecto de redención,
y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera
más sublime que los demás hombres.
LA SAGRADA ESCRITURA
Génesis 3,15: "Establezco enemistad entre tí
y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia. Él te
aplastará la cabeza, y tú le acecharás el
calcañar".
El libro del Génesis expresa la enemistad de Cristo
Redentor, y la de María su Madre, contra el diablo. Esta
enemistad dará lugar a una batalla que va a concluír (al
final) con el triunfo total de Cristo y, con Él, también
por parte de María.
Cristo Redentor, con su Muerte y Resurrección,
consiguió una victoria absoluta sobre el pecado. Este triunfo en
los redimidos empieza con María (por su Inmaculada
Concepción) y, luego, Ella, por Cristo y con Cristo, vence al
diablo que por el pecado tiene dominio sobre los hombres.
Lucas 1,28: "Dios te salve, llena de gracia".
Con estas palabras se expresa la ausencia de pecado en el
alma de María y la plenitud de santidad, al estar llena de
gracia.
Las complacencias del Padre Celestial se manifiestan en
estas palabras de la Escritura: "Toda hermosa eres, amada mía,
no hay defecto alguno en tí" (Cantar de los Cantares 4,7).
Lucas 1,42: "Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre".
Palabras dichas por Isabel, movida por el Espíritu
Santo, que sugieren que la bendición de Dios sobre María
la libra de todo pecado desde el comienzo de su existencia.
LA SAGRADA TRADICION
San Justino, Tertuliano, San Ireneo, tec; contraponen a
Eva y a María; la una como causa de muerte, la otra como causa
de vida y de salvación: Eva cerró las puertas del
paraíso, María abrió las pertas del cielo.
San Efrén dice: "No existe en Tí (en Cristo)
ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre. Los demás hijos de
Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza".
Desde el siglo IV, se comienza a hablar de un paralelismo
entre Cristo y María, frente a Adán y Eva, que pone de
manifiesto el análogo nivel de santidad de Jesús y de su
Madre, en virtud de la función redentora a la que la
Vírgen María está íntimamente asociada como
Madre del Redentor. Y en ese mismo siglo, San Ambrosio y otros Santos
Padres ya comienzan a llamarla Purísima.
En el siglo VI, en el Misal gótico-galicano, en el
prefacio de la fiesta de la Asunción, se dice: "María, ni
sufrió herencia de pecado, ni corrupción en el sepulcro,
libre de mancha, gloriosa en su generación..."
Desde el siglo VII se celebra en Oriente la fiesta de la
Concepción.
El Concilio de Letrán (año 649) llama a
María Inmaculada. Sixto IV en el siglo XV, concedió
indulgencias a la festividad de la Inmaculada y prohibió las
mutuas censuras que se hacían entre sí los
teólogos.
LA SANTIDAD DE MARIA
Hasta ahora hemos considerado, sobre todo, la ausencia de
pecado en la Santísima Vírgen. Veremos en seguida: 1) La
ausencia de pecado actual y, 2) La plenitud de gracia santificante, tan
perfecta y abundante, como convenía a la dignidad de la Madre de
Dios; que es por ello, superior en santidad a los ángeles y a
los bienaventurados en el Cielo.
El Papa Pío IX dice: "María (...) manifiesta
tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno
mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios"
(Bula Ineffabilis Deus: Dz. 1641). Y así, la Iglesia exclama con
gozo: "Más que Tú, sólo Dios".
EXENTA DE TODA FALTA ACTUAL, INCLUSO VENIAL
Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que
negar en María aún la menor imperfección moral.
En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado
de la concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de
la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a
Dios. Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siempre en
el bien verdadero. Por ello se le llama: Trono de la Sabiduría,
Reina de los Doctores, Vírgen Prudentísima, Madre del
Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Vírgen Castísima.
El Concilio de Trento enseña que el justo puede
evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no puede
evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como el que
gozó la Vírgen María.
En el caso de Santa María la impecabilidad es
debida por los siguientes motivos:
1) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de caridad, que
inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios,
apartándola del pecado.
2) La confirmación en gracia, que se realiza en la tierra
mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gracias
actuales eficaces que de hecho preservan del pecado y conducen a actos
libres y meritorios.
3) Una asistencia especial de la Providencia, que preservaba todas sus
facultades de una posible desviación moral.
LA PLENITUD DE GRACIA EN MARIA
Leemos en la Sagrada Escritura que el Arcángel
Gabriel la saluda diciendo: "Dios te salve, llena eres de gracia"
(Lucas 1,28). Estas palabras manifiestan con toda claridad la santidad
completa del alma de María, en virtud de que son
irreconciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las
tinieblas. Hemos visto anteriormente que la Vírgen
Santísima además de no haber contraído el pecado
original, tampoco tuvo durante su vida falta alguna incluso venial; por
tanto, si en el alma se da la ausencia total del pecado, debe haber en
ella la presencia total de gracia, como dice explícitamente la
Escritura con las palabras del Arcángel.
Por otra parte debemos tener presente que la gracia de
María, como toda gracia, es una partcipación misteriosa
en el hombre de la naturaleza divina (2 Pe 1,4). Por esta razón,
dicha gracia, es una realidad creada y distinta de la Gracia increada
que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma
que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento de
ella, estuvo siempre llena de gracia, la cual, no obstante,
aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.
EL AUMENTO DE GRACIA EN MARIA
Santa María, siempre llena y siempre en
crecimiento, rebosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena
le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir
más gracia y más mérito por sus actos libres; por
su fiat continuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en
el cielo goza de modo consumado de la gloria que mereció por sus
méritos en la tierra.
La Iglesia nos enseña que la gracia puede aumentar
de tres modos: por las buenas obras, por la recepción de los
Sacramentos, y por la oración. En el caso de Santa María,
el aumento de gracia se dio también por estos tres modos.
Las buenas obras: si la calidad de las obras se
mide por la calidad del objeto al que tienden y por las disposiciones
subjetivas del sujeto que las realiza, en María el objeto de sus
obras fue siempre Dios, al que se alcanza por las virtudes teolagales
que Ella poseía en grado máximo; del mismo modo sus
disposiciones subjetivas eran de adhesión constante e
incondicional a la voluntad de Dios. Luego, las obras de María
le obtuvieron un aumento de gracia y en mayor grado que a cualquier
hombre.
Los Sacramentos: La Penitencia nunca la necesitó;
el Orden está reservado a los varones; el Matrimonio se
celebró según el rito de la Antigua ley; la Unción
de los Enfermos no la necesitó; la Confirmación no la
necesitó, pues recibió en forma plena sus efectos el
día de Pentecostés; luego sólo queda la
Eucaristía y es doctrina común que Ella la recibió.
La oración: La eficacia de la oración depende de
tres cosas: la humildad, confianza y perseverancia con que se pide. En
María estas tres cualidades se dieron en grado supremo, luego,
su oración era sumamente eficaz.