BEATO LADISLAO DE
GIELNIOW
4 de mayo
1505 d.C.
Nació en Gielnòw, Polonia, y fue bautizado con el nombre
de Juan. Realizó los estudios de Filosofía y
Teología en la famosa universidad de Cracovia. Compartió
las clases con san Juan de Kety y el beato Simón de Lipnica.
Siendo aún un joven de 17 años, pidió ser admitido
en el convento de Cracovia de los franciscanos. Ya en el noviciado el
joven polaco tuvo que luchar muy fuerte para alcanzar las virtudes que
lo hicieran totalmente disponible en la vida de entrega y servicio que
había escogido. Hizo su profesión religiosa en 1457. Fue
ordenado sacerdote. A partir de ese momento Ladislao se
convirtió en un gran predicador, que con un celo hasta entonces
desconocido para sus hermanos, recorrió pueblos y ciudades,
suscitando por todos lados la conversión de miles de
personas.
Desempeñó varias veces el cargo de ministro
provincial, y visitó a pie los veinticuatro conventos que
comprendían los franciscanos observantes. Al llegar a cada uno
de ellos, se preocupaba de que se viviera según el
espíritu franciscano, además de impulsar con su
presencia, un renovado ardor entre sus hermanos. Dos veces tuvo que
viajar a Italia para participar en el Capítulo General de la
Orden.
Al volver a su patria, retomó su amado ministerio
de predicador y con el mismo celo que lo hiciera anteriormente,
anunció la palabra del Señor por numerosos pueblos. Fray
Ladislao tuvo tiempo para escribir obras religiosas, poesías y
componer algunos cantos.
Envió misioneros a Lituania y Rusia donde
lamentablemente el cisma y la herejía hacían estragos
entre los creyentes, logrando que muchos fieles retornasen al redil de
la Iglesia Católica. Por estos tiempos la católica
Polonia sufría de guerras con sus vecinos. Fray Ladislao
organizó numerosos actos penitenciales y de oración para
alcanzar la paz en su patria. María se le apareció varias
veces e incluso le dio al Niño Jesús para que lo cargara.
El viernes santo de 1505, mientras predicaba la pasión de
Cristo, para asombro de la gran cantidad de fieles que lo escuchaban,
entró en éxtasis. Era el anuncio de su próxima
muerte, la cuál llegó después de un mes de grandes
sufrimientos. Su culto fue confirmado por Benedicto XIV el 11 de
febrero de 1750.