BEATO JULIÁN POZO RUIZ DE SAMANIEGO
9 de agosto
1936 d.C.
Nació en el pequeño
pueblo alavés llamado Payueta un 7 de enero de 1903, recibiendo el
día 9 siguiente el bautismo en la Parroquia del pueblo, dedicada a
San Juan Bautista y recibiendo el nombre de Julián. Fueron sus padres
Toribio Pozo Fernández y Micaela Ruiz de Samaniego Viana, una familia
de hondas raíces de fe. Desde pequeño destacó por ser
un chico sincero, noble, obediente y vivo para el aprendizaje. Recibió
el sacramento de la Confirmación el 19 de abril de 1912 en Peñacerrada
(Álava) de manos del Obispo de Vitoria Mons. José cadena y
Eleta.
Teniendo como fuente principal el Curriculum vitae (Nava del
Rey-1920) que escribió como ejercicio del noviciado. Nos cuenta que
desde pequeño sintió en su corazón el deseo de ser religioso
y misionero. Este deseo fue alimentado mediante la oración, sendas
por las que anduvo precozmente desde esos 8 ú 9 años. Llegado
a los 10 años fuime penetrando poco a poco de la vanidad del mundo
y de la dicha, paz y franca alegría del claustro (Curriculum Vitae,
p. 2) a causa de la oración y la meditación. Su madre también
alentó tales deseos de la Vida Religiosa mediante los recuerdos que
tenía del Espino, donde había ido ella a visitar a un hermano.
Dios que pone deseos en el corazón de Julián,
le abre las puertas para verlos realizados. La ocasión se presentó
con la muerte de su abuela. Fue al pueblo el tío redentorista hermano
de su madre P. Félix Ruiz de Samaniego; enterado de los deseos de
su sobrino, exhortó y alentó a Julián a mantenerse en
ellos; pero al ser demasiado joven, el P. Félix puso los ojos en otro
sobrino que era un poco mayor que Julián. Pero el mismo Julián
nos dice que Dios, que hace lo que quiere y que no haya obstáculos
a su voluntad, permitió en sus profundos juicios que se enfriase el
fervor del primo y abandonase por entero los proyectos de la vocación.
Entonces sin pensar más en mi corta edad, secundó el tío
los planes del cielo (Curriculum, pp. 3-4), abriéndole las puertas
del Seminario menor que los Redentoristas tenían en El Espino (Burgos),
donde ingresó el domingo 30 de agosto de 1913.
El tiempo en el jovenado trascurrió con el decurso normal
de la adolescencia; según Julián se sentía feliz por
ver como se iba haciendo realidad su sueño; esta felicidad fue acompañada
por un proceso de crecimiento en su espíritu de contemplación.
El 6 de abril de 1915 deja el Espino y se pone en marcha a Cuenca; allí
los Redentoristas van a abrir otro seminario en el Convento de San Pablo
y pata echarlo a andar trasladan a algunos de los jovenistas de El Espino.
Poco nos ha dejado de este tiempo en su Curriculum. Allí, en Cuenca,
permaneció preparándose para el noviciado hasta el 9 agosto
de 1919, víspera del inicio del retiro para la recepción del
hábito, en que tuvo lugar un contratiempo que probaron la verdad de
su vocación y el amor que sentía hacia la Congregación
del Santísimo Redentor: acaeció pues, que los superiores viendo
mi complexión debilitada, juzgaron conveniente que fuera a pasar una
larga temporada junto al calor del hogar paterno. Esta noticia cayó
de sorpresa sobre mí, la víspera del retiro de la toma de hábito,
9 de agosto de 1919. Supliqué; prometí; mas todo en vano. Tomé
la resolución de no cejar en el asunto, dando gracias a Dios por la
vocación que sentía y conformándome con su santa voluntad
(Curriculum pp. 4-5). Se encomendó a la Virgen pidiéndole que
tomara cartas en el asunto; y el 14 de agosto se le comunica que se le esperaba
en el Noviciado, en Nava del Rey (Valladolid). Según la lectura que
hacía del hecho Julián era la mano de María, era la
amorosa Providencia de Dios. Sin mi noticia se me despidió; sin mi
cooperación se me volvió a admitir (Curriculum, pp. 5-6).
El día 25 de agosto de 1919, junto con sus compañeros, vestía
el hábito redentorista, iniciando así su noviciado bajo la
guía del P. Rafael Cavero.
La vida de Julián como redentorista, un camino de preparación
al martirio
Julián, después del año de noviciado, profesa
en Nava del Rey (Valladolid) el 26 de agosto de 1920, tras lo cual se encamina
a Astorga para realizar sus estudios sacerdotales. Si su infancia va a estar
centrada en sortear las dificultades para realizar los deseos que Dios puso
en su corazón de ser religioso, su vida como redentorista va a estar
centrada en asumir en su proyecto vital la enfermedad crónica que
le harán no apto para la vida apostólica de Misionero. Junto
a la enfermedad, creció en él la aceptación de la limitación,
y la alegría, el optimismo y el comunicarse siempre contento; la sonrisa
siempre la tuvo a flor de piel. La fuente de la que nos serviremos serán
las cartas envió a su familia. En ellas destaca y expresa un amor
hacia su madre, su padrastro y hermanastros. No sólo quería
a las personas, sino que había cultivado una facilidad para comunicar
ese cariño.
En 1921 se le desencadena una tuberculosis en el pulmón
derecho. Con la exhumación y recognición de sus restos en 2008
se le diagnosticó un proceso reumático de notable gravedad
que es el conocido como enfermedad de BETCHEREW, que produce anquilosamiento
de unos u otros segmentos de la columna vertebral y en los casos avanzados,
aparte de la limitación de movilidad del tronco, insuficiencia respiratoria.
Este problema le degeneró en una tuberculosis crónica. El 1
de diciembre el Provincial le permite que vaya una temporada a su casa paterna
de Payueta para que se recupere. Efectivamente, se produce una notable mejoría.
De regreso a Astorga, y poniendo esfuerzo por su parte, se puso en los estudios
a la altura de sus compañeros y obtuvo muy buenas calificaciones (Cf.
Carta a su familia de Astorga, 6 de abril de 1922). El estudio lo deja agotado
y le hace vivir un estado de debilidad continuada; a pesar de ello va creando
dentro de sí un espíritu alegre, optimista y contento.
El 15 de agosto de 1923 de nuevo tuvo una hemorragia que le duró 4
días. Según él una lección de realidad: el día
de la Asunción, fiesta solemne... y yo inmóvil, enclavado en
cama, arrojando la vida en dolorosas bocanadas de sangre
Este contraste
me aferró más as mi vocación
(Cf. Carta desde Astorga,
27 de septiembre de 1923). La revisión médica le prescribe
descansar del estudio y restablecerse por las fuerzas naturales. Para ello
se trasladará una temporada a Nava del Rey, a la casa noviciado. De
regreso a Astorga se ordena de Subdiaconado el 14 de junio de 1925 de manos
de Antonio Lenzo Lázaro; y después de recibir el Diaconado
se ordena de Presbítero el 27 de septiembre de 1925.
El 3 de diciembre de 1925 el P. Julián Pozo va destinado
a Granada, por motivos de salud. Como sacerdote y podrá ayudar en
aquella comunidad según se lo permitan sus fuerzas. Allí conocerá
a la Sierva de Dios Conchita Barrecheguren, también tuberculosa como
él, a la que algunas ocasiones pudo consolar con la Eucaristía.
Esta moría con fama de santidad el 13 de mayo de 1927, reconfortada
por el auxilio de los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa
Unción y de la Eucaristía como viático y el acompañamiento
del P. Julián. No sólo los unió la enfermedad y este
momento; la vida de contemplación de ambos es similar. El P. Julián
será posteriormente un divulgador de la vida de Conchita regalando
su biografía (Cf. Carta dirigida a su hermana Elisa. Cuenca, 16 de
marzo de 1935). El 30 de octubre de 1927 sale de Granada con dirección
a Cuenca.
Desde los primeros días de noviembre de 1927 hasta el
día de su martirio su vida transcurrirá en Cuenca. Este destino
fue interrumpido desde el 27 de junio de 1933 al 4 de octubre de 1934 en
que va destinado a El Espino (Burgos) como confesor de los jovenistas. Un
nuevo brote tuberculoso le obligarán a dejar esta actividad pastoral
y volver a Cuenca. Aunque tuvo que cuidarse debido a su enfermedad, no eran
pocas las personas que reclamaban su consejo, siempre inteligente, sensato
y lleno de trascendencia.
Su vida caracterizada por la enfermedad, la oración,
la alegría expresada en forma de sonrisa, el cariño y las atenciones
para con los demás y la aceptación de la propia limitación
fueron madurando en él una santidad de vida que culminó con
su martirio. En una carta a sus padres desde Cuenca, con fecha de 9 de septiembre
de 1935 dice:
pero ahora para vivir en estrecho lazo en el hermoso cielo
que espero está cercano! ¡Que alegría vivir desprendido
de afectos desordenados y terrenos y esperar un cielo eterno! Esto pido para
ustedes, esto pidan para mí: vivir escondidos con Cristo (en gracia)
en Dios para después (muy pronto, pues la vida es viento) triunfar
en el cielo. Encomiéndoles a la Mamá del cielo
. El 7 de octubre
de 1928 el Superior de Cuenca, P. Joaquín Chaubel, le escribió
a su familia comunicándole el estado de la enfermedad; les decía:
No creo que sea nada inminente, pero juzgo necesario avisarles. Nuestro
buen padre es un santito y creo que está deseando la muerte; así
hacen las almas escogidas. Él mismo ha pedido todos los sacramentos
y yo no he querido negárselos. A las tres y media de la madrugada
acabo de dárselos y los ha recibido con gran devoción.
La muerte de Julián, consecuencia lógica de su vida
Acostumbrado a mantener la caridad, esperanza y fe en medio
de la enfermedad, y viviendo en medio de la tensión política
en aquella Cuenca de 1936, fue madurando en su interior la idea del martirio.
Un día, mientras contemplaba desde la azotea del convento una manifestación
izquierdista, ante las proclamas de aquella comentó: Qué dicha
si pudiéramos morir mártires.
Salió de San Felipe el día 20 de julio de 1936
junto con el H. Victoriano, que se responsabilizó de su atención
a causa de la enfermedad. Se alojaron en la casa de Dª Eugenia y Joaquina
Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron
vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese
pasar. El tiempo que permanecieron allí, comenzó a intuir el
fatal destino martirial y suspirando por él, entre bromas, decía:
Nosotros no tenemos mártires; a ver si vamos a ser los primeros mártires.
El 25 de julio, en que por indicación del superior, ambos fueron a
alojarse en el Seminario, donde coincidió con el P. Gorosterratzu.
El día 31 de julio fueron martirizados los PP. Olarte
y Goñi; el día 7 de agosto lo fueron un sacerdote y su sobrino
abogado; el 8 sacaron del Seminario, donde estaba el P. Pozo al Sr. Obispo
y a su secretario; el día 9 de agosto le tocó el turno al P.
Julián Pozo que caminó junto al sacerdote D. Juan Escribano
García.
Sus cadáveres fueron recogidos en el hectómetro
segundo del kilómetro ocho de la carretera de Cuenca a Tragacete próximo
a esta Capital [de Cuenca] (Cf. Acta de defunción del Beato Julián
Pozo Ruiz de Samaniego: Registro Civil de Cuenca, Sección 3ª,
Tomo 42, Folio 324, Número 642; inscrita el 13 de agosto de 1936).
La causa de la muerte, según la presente certificación, fue
una herida cerebral. D. Crisóstomo Escribano pidió que le
dejaran ir al martirio con sotana. Se lo concedieron. Después de herido
todavía pudo gritar un ¡Viva Cristo Rey! ¿Todavía
te atreves a gritar?- le increparon los asesinos. Y en otra descarga lo
abrasaron a balazos. Cuando el Juzgado levató los cadáveres
se le encontró el escapulario colgado del cuello, el rosario en una
mano y el crucifijo en la otra. ¡Todo un arsenal para el triunfo. El
Padre Pozo murió como había vivido: en actitud amorosa de víctima;
en postura de mártir clásico; de rodillas y rezando el rosario
seguro que sonrió a los verdugos y a las balas. Había sonreído
siempre a todos y a todo, y se puede asegurar que no perdió la sonrisa
sino con la vida (De Felipe, Nuevos Redentores, Madrid, PS. 1962, p. 188).