ACCIÓN DE GRACIAS
Judith 16,1-17

El Canto de Judith



"Entonen un canto a mi Dios con panderetas,
canten al Señor con platillos;
compongan en su honor un Salmo de alabanza,
glorifiquen en invoquen su Nombre.

Porque el Señor es un Dioa que pone fin a las guerras:
puso su campamento en medio del pueblo
y me libró de todos mis perseguidores.

De las montañas del norte llegó Asiria,
avanzó con un ejército innumerable;
sus tropas obstruyeron los valles
y su caballería cubrió las colinas.

Amenazó con incendiar mis territorios
y pasar a mis jóvene al filo de la espada,
con estrellar a mis pequeños contra el suelo,
entregar a mis niños como presa
y a mis muchachas como botín.

Pero el Señor Todopoderoso los eliminó
por la mano de una mujer.
Su jefe no fue abatido por jóvenes guerreros,
ni lo golpearon hijos de titanes,
ni lo atacaron enormes gigantes.

Lo desarmó Judith, la hija de Merarí, con la hermosura de su rostro.
Ella se quitó su ropa de luto, para exaltar a los afligidos de Israel;
ungió su rostro con perfumes, se ajustó el cabello con una diadema,
y se puso ropa de lino para seducirlo.

Sus sandalias deslumbraron los ojos del guerrero,
su hermosura le cautivó el corazón y la espada le cortó la cabeza.

Los persas temblaron por su audacia
y los medos se turbaron por su temeridad.
Entonces mi pueblo humillado gritó de alegría,
y los otros se llenaron de espanto;
mi pueblo débil lanzó gritos de triunfo
y ellos quedaron aterrados;
mi pueblo alzó su voz y ellos se dieron a la fuga.

Hijos de jóvenes mujeres los traspasaron,
los acribillaron como a esclavos fugitivos;
todos perecieron en el combate de mi Señor.

Cantaré a mi Dios un canto nuevo.
Señor, Tú eres grande y glorioso,
admirable por tu poder e invencible.
Que te sirvan todas las criaturas,
porque Tú lo dijiste y fueron hechas,
enviaste tu Espíritu y Él las formó,
y nadie puede resistir a tu voz.

Las montañas y las aguas se sacudirán desde sus cimientos,
las rocas se derretirán como cera en tu presencia,
pero Tú siempre te muestras propicio
con aquellos que te temen.

Pero vale un sacrificio de aroma agradable
y menos aún toda la grasa ofrecida en holocausto,
pero el que honra al Señor será grande para siempre.

¡Ay de las naciones que se levantan contra mi pueblo!
El Señor Todopoderoso las castigará en el día del juicio;
pondrá en su carne fuego y gusanos,
y gemirán de dolor eternamente".

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)