BEATO JUAN DE CETINA
19 de mayo
1397 d.C.



   Juan de Cetina (1350/60 - 1397). Nació en Cetina (Zaragoza), en el seno de una familia noble, venida a menos. Pasó sus primeros años en ambiente militar al servicio de un hombre de armas. Para darse a la oración, marchó al retiro de San Ginés, no lejos de Cartagena y allí permaneció varios años, hasta que decidió regresar a la comarca de Monzón donde recibió el hábito franciscano, y luego la ordenación sacerdotal. Destinado a Barcelona, perfeccionó allí sus estudios y la pastoral de su predicación. Será en Valencia su campo más fértil de apostolado y de ejemplar pobreza. Un día se difundió la noticia del martirio de cuatro franciscanos en Jerusalén (1391), y él no dudó en llegar a Roma, y pedir que le fuera permitido ir a  Palestina, pero no le concedieron, sino predicar entre los musulmanes del reino de Granada. 

   Se retiró al convento de San Francisco del Monte, Córdoba, donde destacó por su austeridad, vida de sacrificio y milagros, hasta que fue destinado a Granada en 1397, junto con su compañero Pedro de Dueñas. Comenzaron su predicación exhortando a los musulmanes a abandonar el Islam y convertirse a Cristo. Se produjo un tumulto, fueron apresados y conducidos al cadí que los interrogó, y fueron enviados a casa de los mercaderes catalanes que les advirtieron de los peligros que corrían si seguían predicando, además que harían mucho daño a las buenas relaciones que en esos momentos había entre musulmanes y cristianos. Pero no hicieron caso y siguieron predicando, denunciando los errores del Islam. De nuevo fueron detenidos y encerrados en prisión, en ella predicaron a los cristianos que allí estaban y convirtieron a muchos. Fueron maltratados durante dos meses. Pero dentro de la prisión también se produjeron tumultos por parte de los musulmanes, con lo que fueron conducidos al rey, que los interrogó, y ellos se mantuvieron firmes en su fe, y mandó que fueran azotados duramente y, finalmente, el rey con su alfanje decapitó a Juan. Después intento de diversas maneras, con promesas, placeres y honores y bajo amenazas, que el joven Pedro apostatara de su fe. Al no conseguir sus fines, ordenó que también fuera azotado y decapitado.

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(Parroquia San Martín de Porres)