BEATO JUAN CAPDEVILA
COSTA
1936 d.C.
25 de julio
Nació el 30 de
octubre de 1883 en Sovelles (Gerona)
Profesó el 16 de julio de 1901
Martirizado el 25 de julio de 1936 en Barcelona
Nació el 30 de octubre de 1883 en Sovelles (Gerona)
diócesis de Vich y fue bautizado el 1 de noviembre del mismo
año en la parroquia de San Saturnino[1]. Sus padres fueron D.
Jaime Capdevila y Dª María Costa. Fue confirmado en la
misma parroquia, pero hay dudas sobre la fecha de
confirmación[2].
En su casa recibió la educación cristiana y humana que se
transmitía en las familias cristianas de la época. Esta
formación se completó con la asistencia frecuente a las
catequesis de la parroquia y a la escuela de su pueblo. En este
ambiente maduró su vocación religiosa.
Ingresó en la Congregación el 14 de mayo de 1900 en
Cervera (Lérida) para Hermano coadjutor. Allí hizo el
noviciado bajo la dirección del maestro P. Mauricio Villa
González. Los hermanos novicios eran 31, y profesó el 16
de julio de 1901, aniversario de la fundación de la
Congregación.
Desempeñó el oficio de sastre en Cervera desde 1902 hasta
1907. En aquella época exigía mucha dedicación y
esfuerzo, ya que se trataba de una comunidad muy numerosa, exactamente
408 individuos, entre Padres, Hermanos y Estudiantes de teología
y de filosofía. De ahí pasó a Lérida
(1907), casa de Gracia (1920), Selva del Campo (1926) y de nuevo, y
último destino, a Gracia (1929). Aquí
desempeñó el oficio de sastre y de portero con toda
fidelidad y observancia de las santas constituciones. En
consideración de sus buenas cualidades, los Superiores le
pusieron de administrador de la hoja semanal La Fiesta Santificada.
Visto el buen resultado, más tarde le nombraron encargado de la
Editorial Coculsa, sucursal de la central de Madrid.
Cualidades. El Hermano tenía buena salud física, muy
buenas condiciones para el trabajo. Era buen sastre y administrador.
Todos coinciden en notar su docilidad, bondad y observancia y ponen de
relieve su capacidad de trabajo, actividad y diligencia para hacer la
cosas.
Un breve retrato lo presenta el Boletín oficial en estos
términos: «Se distinguió como propagandista de las
cosas de la Congregación, administrador y por su amor a la
Congregación. Fue el protomártir de la comunidad de
Barcelona en la revolución roja»[3]. Era el diligente y
celoso administrador de «Coculsa».
Además era fiel, de confianza. No hablaba mal de nadie. Era
amable, respetuoso, sencillo, humilde, paciente, austero, reservado.
También llamaba la atención su piedad, su devoción
a la Virgen y sus virtudes edificantes. Incluso, tenidas en cuentas las
circunstancias de aquellos años, manifestó su
disposición para el martirio.
Martirio
El 19 de julio de 1936, una vez estallada la revolución
marxista, e iniciada la dispersión de la comunidad, se
dirigió al lugar donde tenía las oficinas de su
administración, situadas en la calle Buenavista 14, para
vigilar de cerca y salvaguardar los intereses que allí
tenía la Congregación. Le acompañaba el Sr.
Palomas, donado de la casa. Allí se refugiaron pensando que la
situación se calmaría en poco tiempo yde portero con toda
fidelidad y observancia de las santas constituciones. pasaron la
primera semana sin darse cuenta del peligro en que se habían
metido[4].
La comida y la cena la hacían unas veces en el domicilio de la
Señora Elisa Torras, hermana del contable de Coculsa, Sr. Eladio
Torras, situado encima de la administración, y otras la bajaba
ella misma. Allí recibió dos llamadas telefónicas
del H. Piqué y la visita del P. Miguel Salavedra, que le
ofreció refugio y alojamiento en casa de una familia amiga, pero
el Hermano no aceptó. Esta decisión obedece a su gran
sentido de la responsabilidad de no desamparar los bienes de la
Congregación.
Por ello no abandonaba el local de la administración.
El día 25, fiesta de Santiago, a eso de las cuatro de la tarde,
mientras estaban de sobremesa en el domicilio de la familia
amiga, notaron que un coche grande se paraba delante de la
puerta, del que descendía más de media docena de
milicianos. El Hermano y el Sr. Palomas bajaron al piso de la
administración de Coculsa por si era allí donde
venían. Se los encontraron en la puerta y entraron todos juntos.
Allí los milicianos comenzaron a registrar todo lo
correspondiente a la administración. La causa de este registro
es que la editorial tenía carácter religioso y el
programa del Frente Popular era acabar con todo lo que hiciera la
Iglesia. Por lo tanto, el motivo era el odio a la Religión y a
la fe cristiana.
A los diez minutos salieron con el Hermano y el ayudante detenidos,
llevándoselos en un gran coche. Posiblemente a algún
comité de la zona. A la media hora volvieron con el Hermano, no
se sabe a hacer qué diligencias, quizá a por el dinero,
que el Hermano ciertamente no les haría encontrar. Tiraron por
el balcón todo lo que hallaron a la calle y allí lo
prendieron fuego. Esto demuestra que no les interesaba apoderarse de la
administración y su negocio, sino la destrucción del
mismo. Se volvieron a llevar al Hermano por su condición de
religioso y se perdió toda traza de él.
El Hermano, igual que los demás miembros de su comunidad, y de
otras, estaban preparados para el martirio y lo aceptaban como una
gracia de Dios. Basta recodar el espíritu de oración que
se vivía en las comunidades desde el 1931, los hechos
trágicos en los años sucesivos para poder deducir su
disposición a aceptar la voluntad de Dios. Así lo
proclamó públicamente el superior en la
predicación en la Iglesia. Cuando comenzó la
dispersión de la comunidad el Hermano no quería abandonar
la casa porque estaba dispuesto a afrontar todas las circunstancias,
incluso la muerte.
Además el Hermano, durante la semana que estuvo refugiado en la
administración, lo manifestó reiteradamente a la familia
que lo atendía. Por otra parte esta misma actitud se deduce de
su negativa a abandonar la administración para ponerse a salvo
en otro lugar más seguro.
El Hermano fue fusilado en la noche del 25 al 26. Este día 26
fue vista en el Clínico la fotografía en que
aparecían asesinados el Hermano y el Sr. Palomas.
El día 26 fue visto su cadáver en el Hospital
Clínico por una mujer de la calle Bellavista que lo
conocía y divulgó la noticia de su martirio por el barrio.