BEATA JUANA
MARÍA CONDESA LLUCH
16 de enero
1916 d.C.
Nació en el seno de una familia acomodada en Valencia. En su
etapa de adolescencia y juventud nutrió su vida espiritual con
las devociones propias del momento histórico en el que
vivió: Jesús Sacramentado, la Inmaculada
Concepción, san José y santa Teresa de Jesús, a la
vez que la llevó de forma progresia a una mayor sensibilidad y
compromiso con los necesitados. A los 15 años ingresó en
la Tercera Orden del Carmen, y a los 18 años, en la
Archicofradía Teresiana, de la que posteriormente sería
nombrada secretaria general.
Muy pronto
descubrió el amor de Dios, la oración y vivió la
alegría, la humildad, la constancia, el dominio de sí, la
paz, la bondad, la entrega.... Por ellos quienes la conocieron nos la
presentan como una mujer que "Logró vivir lo ordinario de forma
extraordinaria”. La situación de la mujer que abandona el campo
para ir a trabajar a las fábricas sufriendo toda clase de
vejaciones le hacen concebir la fundación de un hogar de acogida
para estas jóvenes obreras. Tenía 18 años cuando
se lo propuso al arzobispo de Valencia, quien no la hizo caso a causa
de su edad.
Convencida de que su
obra era fruto del Espíritu y con el deseo de que fuese una
realidad eclesial, continúa insistiendo a fin de poder
organizarse como Congregación Religiosa, pues seguir a Cristo,
dando la vida por él en el servicio a las obreras le
pedía exclusividad, de ahí su opción por vivir en
castidad, en obediencia y en pobreza de forma radical. Acrisolada en la
prueba, pero manteniendo un espíritu sereno, firme y confiado:
"Señor, manténme firme junto a tu Cruz", haciendo de la
fe su luz, de la esperanza su fuerza y del amor su alma, consigue la
Aprobación Diocesana del Instituto en 1892, el cual
crecía en miembros y se iba extendiendo por distintas zonas
industriales. En 1895 emite la Profesión Temporal junto con las
primeras hermanas y en 1911 la Profesión Perpetua. Nació
así la Congregación de Esclavas de María
Inmaculada e Hijas de Santa Teresa protectora de obreras, dedicadas a
la formación de la juventud obrera, aprobada por Pío XII
en 1947, cuando ella había muerto. Había dicho: "Yo y
todo lo mío para las obreras".
Durante todos estos años, su vida a ejemplo de la Virgen
Inmaculada, fue una entrega incondicional a la voluntad de Dios,
haciendo suyas las palabras de María ante el anuncio del
Ángel: "He aquí la esclava del Señor,
hágase en mi, según tu palabra" palabras que se
convirtieron en clave de espiritualidad y en estilo de vida, hasta el
punto de definirse como "esclava de la Esclava del Señor" y de
dar nombre y significatividad a la Congregación fundada por
ella. Murió en Valencia diciendo a sus hermanas: "Sed santas en
el cielo, sin levantar polvo en la tierra". SS Juan Pablo II la
beatificó el 23 de marzo de 2003.