BEATO JOSÉ ARDIL LÁZARO
22 de septiembre
1936 d.C.
Ardil era párvulo externo
de la Casa de Misericordia cuando la Asociación de Hijos de María
se estaba iniciando. Pronto comprendió que detrás de aquellos
jóvenes alegres se ocultaban valores superiores y junto a su hermano
Antonio, pasó a ser aspirante y luego Hijo de María con todas
sus consecuencias. Por su bondad de corazón y sus buenas disposiciones
aprovechó muy bien los medios de formación que le facilitó
la Asociación, a la que acudía con asiduidad. Fue siempre amigo
y colaborador del grupo de los mejores. Trabajaba con celo y con infatigable
energía. Nunca desmayó ni aún en los momentos de mayor
peligro. Cumplió los 22 años en la cárcel. Ya no vivía
el padre y como el hermano era seminarista, la familia se mantenía
con su sueldo de escribiente en una oficina.
MARTIRIO: Lo buscaron en su domicilio el 12 de agosto de 1936.
Él estaba escondido en Murcia, y al no encontrarlo se llevaron presos
a sus dos únicos hermanos. Antonio y Romana. Cuando él se enteró,
viendo que peligraba la vida de sus hermanos, se presentó voluntariamente
en la cárcel. El día 18 de agosto apresaron a Modesto Allepuz
y al día siguiente a Pedro Gonzálbez. A partir de ese momento
los tres seguirán los pasos ya descritos: confirmar su fe y la pertenencia
a la Asociación ante los jueces, prepararse mutuamente para la entrega
a Dios, aceptar las incomodidades, injurias y vejaciones, el simulacro de
juicio, y la muerte como si fueran criminales, caminando unos dos kilómetros
a paso militar custodiados por un piquete militar hasta el cementerio.
A Antonio Ardil Lázaro, preso como ellos, le permitieron
permanecer junto a su hermano y compañeros hasta los últimos
momentos. Delante de él, dirigiéndose a los tres milicianos
que les custodiaban, se despidieron de todo el pueblo de Cartagena con este
mensaje: Queremos que sepan que no nos llevamos odios ni rencores contra
nadie. ¡Somos inocentes! Perdonamos a todos; a nuestros enemigos y
a los autores de nuestra muerte. Lo único que pedimos es que se den
por satisfechos con nuestra sangre y no se derrame ya más. A continuación,
les abrazaron. El 1 de agosto de 1939 estos tres milicianos declararon ante
notario con todo detalle la escena de la despedida, la actitud serena con
que salieron los tres congregantes para el martirio, y su propia emoción.
En la Asociación de Cartagena, cuyo centenario se celebrará
el 15 de agosto de 2018 se conserva esta acta notarial. El recuerdo de los
mártires está vivo. Con el último abrazo al seminarista
Antonio Ardil, los mártires enviaron a sus compañeros un mensaje
entrañable que marcaría su vida y su apostolado sacerdotal:
“¡Que nuestra sangre no sea estéril!”.