BEATO JESÙS ANIBAL GOMEZ GOMEZ
1936 d.C.
28 de julio
Nació en Tarso, Antioquia (Colombia)
el 13 de junio de 1914. Desde muy pequeño descubrió su vocación
al servicio. Sus primeros años fueron enardecidos por el fuego de
la fe que lo llevó a ingresar al seminario de los claretianos a los
11 años. Creció con la certeza de su vocación al sacerdocio.
Desde niño quiso servir a Cristo, siendo misionero. A los 16
años, profesó como religioso en la congregación de los
misioneros claretianos.
En 1935, con el deseo de continuar su formación teológica para
ser ordenado prontamente sacerdote, viajó a Madrid, España.
Cuenta el P. Orlando Hoyos, promotor de su causa, que estando en España,
muchos le preguntaban si había venido desde muy lejos sólo
para hacerse sacerdote y él respondía con alegría y
satisfacción: ¡A mucho honor!.
En su vida podemos comprender aquellas palabras pronunciadas por el Santo
Padre Francisco en el contexto de su beatificación: “No existe el
amor por entregas, el amor por porciones. El amor es total: y cuando se ama,
se ama hasta el extremo”.
Murió por la fe de Cristo
Jesús Aníbal Gómez Gómez, se preparaba junto
a otros 13 compañeros misioneros para recibir el orden sacerdotal.
Estando en Ciudad Real, fue como muchos otros religiosos perseguidos a causa
de su fe.
Este joven colombiano, junto con sus 13 compañeros españoles
por orden de su superior, salió de su casa, con intención de
regresar a Madrid para continuar su formación y “salvar” su vida.
Habían conseguido los respectivos salvoconductos pero, estando ya
empezando el viaje, unos soldados los reconocieron y gritaron: ¡Son
frailes, no los dejen subir! ¡Matadlos!
Estos jóvenes sabiendo de su futuro próximo, sin temor empezaron
a gritar ¡Viva Cristo Rey!¡Viva España!¡Viva el
Corazón de María!, siendo estas sus últimas palabras
fueron fusilados y frente a la frialdad de sus asesinos quedaron sus cuerpos
tirados mientras el tren continuaba su recorrido.
Estos 14 jóvenes junto con otros miles de mártires no titubearon
en renunciar a su vida por la fe. Su amor profundo por Cristo y su Iglesia
les permitió darlo todo y con firmeza profesar su ser católicos.
Bien dijo el cardenal Amato: “Estos hermanos nuestros no eran combatientes,
no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún
partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron
matados por odio a la fe, sólo porque eran católicos.”
Jesús Aníbal Gómez, murió a los 22 años
de edad. No alcanzó ser ordenado sacerdote para glorificar a Cristo
a través del ministerio; pero pudo glorificarlo a lo largo de vida
y muerte heroica. Encarnó con certeza aquello que le decía
a su Señor: “Glorifícate en mí por la vida o por la
muerte”.