BEATO JACOBO SALOMONI
31 de mayo
1314 d.C.
Natural de
Venecia; pertenecía a una nobilísima familia pero pronto
quedó huérfano de padre. La madre se lo confió a
su virtuosa abuela ya que había decidido ingresar en el
monasterio veneciano de las Celestes. El niño regularmente
visitaba a su madre, y ya adolescente, sintió que también
le atraían las cosas nobles y santas. Distribuyó sus
bienes entre los pobres e ingresó en los dominicos en Santa
María Celeste en la misma ciudad. Observó la Regla durante
66 años con inviolable fidelidad.
Alma contemplativa y sedienta de silencio, obtuvo, en
1269, el permiso de marchar al convento de Forlí, para vivir
desconocido y lejano de su patria. No tuvo el don de la elocuencia,
pero su cátedra fue el confesonario, donde desarrolló un
fructífero apostolado para el cual había recibido dones
verdaderamente extraordinarios. Leía en los corazones, y para
cada uno sus palabras eran bálsamo de vida. Se dice que cuando
estaba en confesión, se veía una paloma sobre su hombro.
Su oración era taumatúrgica y obtenía milagros de
todas clases. Entrado en años soportó una cruel llaga en
el pecho, sin concederse, ni reposo, ni dispensa. Fue prior en
distintos conventos y desempeñó varios cargos en varias
casas de la Orden hasta su muerte de cáncer en Forli. Se
prodigó en obras de caridad, mereció el título de
"padre de los pobres". Su cuerpo se conserva en la iglesia de Santos
Juan y Pablo.
Un año después de la muerte del beato, se
formó una cofradía para promover su culto. Clemente VII
lo aprobó para Forli, en 1526; Paulo V lo extendió a
Venecia y Gregorio XV, con bula del 22 de septiembre de 1621, a toda la
Orden de Santo Domingo. Patrón de Forlí.