Fue
arrestado mientras se encontraba en casa de la familia Hathe, mientras
asistía a Misa, y fue acusado de haberse reconciliado con la
Iglesia católica, y haber reconocido al Papa como cabeza
espiritual. Él reconoció claramente los cargos, y fue
condenado a muerte por alta traición, sin embargo, se le
ofreció la vida y la libertad si participaba en el culto
protestante, a lo que se negó por motivos de conciencia.
A los 19 años fue ahorcado y descuartizado, durante
la persecución de Isabel I. Estando en el patíbulo, su
padre le aconsejó que abjurara de la fe católica, a lo
que Jaime le contestó: “Siempre te obedecí con mucho
gusto, y lo mismo haría ahora, pero no puedo hacerlo sin ofender
a Dios”.
Su cabeza fue puesta en una picota en una de las puertas
de la ciudad, y se cuenta que su padre acertó a pasar bajo ella,
y le pareció que le hacía una reverencia, por lo que
exclamó «¡Hijo mío, Jimmy, no sólo has
sido obediente en vida, sino también después de muerto te
inclinas ante tu padre; qué lejos de tu corazón cualquier
deseo o voluntad de traición, o cualquier otra maldad!»
Fue beatificado el 15 de diciembre de 1929 por SS. Pío XI.