BEATO JACINTO ORFANELL
1622 d.C.
10 de septiembre
Jacinto Orfanell nació en La Jana
(Castellón) en 1578, y le bautizaron con el nombre de Pedro. Se
tituló en Artes en la universidad de Valencia y estudió
Teología en Alcalá de Henares y Lérida.
Entró en el convento de Santa Catalina de los dominicos de
Barcelona, al morir su padre, donde cambió su nombre por el de
Jacinto al profesar; continuó sus estudios de Teología en
Tortosa y Valladolid. Enfermó gravemente y al curarse de forma
milagrosa, como acción de gracias, se ofreció para las
misiones en el Extremo Oriente, y, tras su ordenación
sacerdotal, zarpó para Filipinas con destino a la misión
de Japón en 1607; el viaje le repercutió en su salud y
tuvo que esperar en Méjico casi dos años.
En 1609, embarcó hacia Manila y fue enviado a
Satsuma en el Japón. En Kyodomari realizó una eficaz
labor misionera, logrando administrar el bautismo al samuray
León Saisho Shichizayemon, luego protomártir de
Kogoshima. A pesar de la persecución, desde 1613 (el shogun
había ordenado la expulsión de los misioneros y
condenando a pena de muerte a quienes desobedeciesen), recorrió
como misionero itinerante varias provincias como Saga, Nagasaki, Arima,
Kumamoto y Oita, vestido de japonés. Estaba en Oita cuando fue
detenido y expulsado del Japón.
Embarcó en Nagasaki, pero unos cristianos lo cogieron en altamar
y lo devolvieron a tierra. Desde entonces realizó su labor en la
clandestinidad. En estas condiciones volvió a recorrer las zonas
evangelizadas y, sirviéndose de las asociaciones cristianas y de
la Cofradía del Rosario, continuando con eficacia hasta 1621 su
gira misionera. En medio de su actividad, pudo desde 1619 ir redactando
lo que después sería su valiosa “Historia
Eclesiástica de la Cristiandad de Japón”.
Fue detenido en Nagasaki, en casa del beato Matías
Mayazemón, junto a toda la familia de Matías,
incluídos sus hijos de corta edad y el catequista nativo beato
Domingo Tamba; fueron conducidos a la cárcel de Ômura.
Allí permaneció durante un año en condiciones
infrahumanas hasta el día en que fue quemado vivo junto con 28
cristianos más. Fue el último en morir mientra rezaba:
“Jesús, María”. Sus restos fueron calcinados y esparcidos
por la bahía de Nagasaki.