BEATO JACINTO BLANCH
FERRER
1936 d.C.
21 de agosto
Nació el 27 de
abril de 1868 en Vilanova de Sau (Barcelona), diócesis de Vich
Profesó el 18 de septiembre de 1885
Sacerdote el 12 de marzo de 1892
Fusilado el 21 de agosto de 1936
Nació en Vilanona de Sau (Barcelona), diócesis de Vich el
día 27 de abril de 1868 y fue bautizado el mismo día en
la iglesia parroquial de Santa María y confirmado, en el mismo
lugar, el 1 de julio del mismo año por el Obispo diocesano Dr.
Antonio Luis Jordá y Soler. La primera comunión la hizo
hacia los doce años, según costumbre de la época.
Sus padres fueron José Blanch Bosch, secretario, y María
Ferrer Raurell y tuvieron familia numerosa, caracterizada por la
profunda religiosidad, como demuestra el hecho de que todos los hijos
abrazaran la vida religiosa. Cinco hijos fueron destacados misioneros
claretianos, Agustín, Antonio, Jacinto, José María
y Miguel, y una religiosa.
Cursó Gramática y Retórica y dos cursos de
Filosofía en el Seminario de Vich.
Pidió ingresar en la Congregación el 29 de junio de 1884.
El Superior del noviciado de Vich, P. José Vilaró, de
acuerdo con las disposiciones de la Santa Sede, pidió las
informaciones necesarias al Sr. Obispo de Vich y al párroco, que
las dieron favorables. También informó el director
espiritual. El 21 de julio de 1984 entró en el noviciado de
Vich, donde estudia Lógica y Metafísica.
Al año siguiente pasó a Santo Domingo de la Calzada donde
emitió la profesión perpetua el 18 de septiembre de
1885 en manos del P. José Xifré, Superior General y
Cofundador. Allí cursó Ética, Teología y
Moral (1885-1889) y recibió la tonsura (22.08.1886), las
Órdenes menores (17-04-1887), el Subdiaconado (25-08-1889) y el
Diaconado (20-09-1890) de manos del Obispo de Calahorra, Dr. Antonio
María Cascajares, y el Presbiterado (12-03-1892) en Zaragoza, de
manos del Obispo auxiliar de la misma, Dr. Mariano Supervía y
Lostalé.
Los destinos y ocupaciones que le dieron los superiores fueron
conformes con sus cualidades intelectuales, que eran notables,
aunque no extraordinarias, pero sí una clarísima
inteligencia práctica. Su salud no era excelente, pues era
propenso al dolor de cabeza, y su garganta también le
jugó malas pasadas. Su talento era notable y constante,
aficionado a la predicación. Era observante y a veces un poco
terco, tenaz en su empeño.
Por ello los primeros destinos fueron los colegios de Cervera
(1890-1891), Alagón y La Selva del Campo dedicado a la
enseñanza de latín, con éxito, sintaxis, con
estudiantes externos y postulantes.
Posteriormente fue destinado a Gracia como predicador (1887), a Solsona
(1888), más tarde a Lérida, Vich, Sabadell.
Después fue Ministro (ecónomo) en Vich (1906) y de nuevo
en Gracia. La revuelta antisocial y antirreligiosa de 1909 le
sorprendió dirigiendo ejercicios espirituales a las Capuchinas
de la Divina Pastora en Sabadell, en cuyo convento se hospedaba porque
el convento de los Misioneros había sido ocupado por los
revolucionarios incendiarios. El Padre daba tranquilidad a las
religiosas y vistiendo una blusa salía del convento a enterarse
de lo que pasaba, visitando a religiosas refugiadas en casas
particulares e, incluso, mezclándose con los incendiarios para
disuadirles de dar fuego a alguna iglesia fingiendo ser uno de ellos.
La casa y la iglesia de Gracia fueron destruidas durante la
Semana Trágica de Barcelona de 1909 y una comunidad
pequeña, de la que el P. Jacinto era consultor 1°, se
instaló en un piso alquilado. Normalizada la situación
fue restablecida la casa de Gracia, de la que fue nombrado superior.
(1911), cuya casa y templo restauró (1911-1913), obra del
famoso arquitecto Juan Martorell. Algo parecido le tocó en
Sallent pues en 1920 fue elegido superior de la residencia de la casa
natal del P. Claret, donde tuvo que remodelar todo, edificando el
convento y la capilla pública con escasos medios. Todo ello le
procuró quebrantos serios a su salud. Posteriormente, por su
inteligencia y capacidad para estos menesteres, se le encomendaron las
obras de Solsona, pero por sus muchas ocupaciones dicha encomienda
recayó en el superior de la casa.
Fue fundador de la Unión Mariana de sufragios, aprobada por el
Gobierno General el 2 de noviembre de 1915.
Su vida religiosa y sacerdotal estuvo siempre animada por el celo de la
gloria de Dios.
Era hombre de fe robusta, virtuoso, mortificado, sencillo, humilde,
fervoroso, devoto de la Eucaristía, de la Santísima
Virgen, del Santo Rosario y del P. Claret, en cuya causa de
beatificación trabajó.
Era un hombre muy dinámico.
Celosísimo de la salvación de las almas, como demostraba
en las innumerables tandas de ejercicios espirituales que dio a
muchísimas comunidades religiosas. Celebraba siempre la Santa
misa, aunque estuviera enfermo y con fiebre. A propósito de
ello, el Dr. Bofill recuerda una anécdota oída al mismo
P. Jacinto. «Estando de viaje en una de las
estaciones, y disponiendo de poco tiempo, fue a una capilla cercana a
la estación que le indicaron, entró en ella, llamando sin
que apareciera nadie, pero en el altar encontró dispuestos los
ornamentos y el cáliz , celebró, dejó el
cáliz sobre el altar y los ornamentos sin que pudiese
hablar con ninguna persona, tomó de nuevo el tren y
prosiguió su viaje».
Era exactísimo en la recitación del Oficio divino y del
Santo Rosario.
Gozó de fama de santidad en vida.
Vicepostulador
Fue Vicepostulador desde 1916 hasta su muerte en 1936[1]. Este cargo
oficial de promover la beatificación del Venerable Antonio
Mª Claret y del P. Francisco Crusats le exigió grande
libertad de movimientos, como también de economía y orden
doméstico, disciplina comunitaria, privilegios que naturalmente
deberían producir malentendidos e incomprensiones, que soportaba
con humildad.
Trabajó incansablemente hasta el punto de que humanamente
hablando todos reconocen que a él se debe la
Beatificación.
A causa de este cargo fue destinado a casas generalicias, Madrid (1929)
y calle Ripoll (Barcelona 1935). Trabajador como era, realizó un
interesante estudio bibliográfico sobre el P. Claret y
difundió su devoción entre el pueblo cristiano.
Martirio
En la comunidad de la calle Ripoll de Barcelona le sorprendió el
estallido de la revolución marxista de 1936, que él
presentía por los acontecimientos de otras regiones, como
demuestra su correspondencia a su hermano de Chile. No sólo
esto, sino que, como manifiestan los testimonios, él
predicaba su deseo de dar la sangre por Cristo. Pedía la gracia
del martirio, estaba dispuesto a ello y persuadido de que sería
mártir. Esta preparación interior le llevó a
vivir con tranquilidad los acontecimientos.
A los dos días de estallar la revolución se
refugió en casa de D. Eugenio Bofill, donde estuvo hasta el 19
de agosto, un mes. Allí celebraba los actos de ministerio, la
santa misa hasta el día 17, con unción y piedad, e
incluso fue a otras casas a celebrarla, llevado por su celo
apostólico. Allí también recibió visitas de
otros claretianos y se confesó. Además empleaba el tiempo
en rezar el santo rosario y en instruir a los niños de la
familia, pero también salía de casa a enterarse de lo que
pasaba. En estos paseos oía muchas blasfemias, cosa frecuente, a
las que protestaba gritando alabado sea Dios.
El día 6 o 7 de agosto estuvo con su hermano Antonio, quien le
propuso salir de la zona roja con él o con otros
compañeros, a lo que respondió:
Si todos los sacerdotes nos vamos, ¿quién cuidará
de los fieles de Barcelona, en su mayoría escondidos en sus
casas?
Decía a los Bofill que deseaba dar su sangre por Cristo, por lo
cual rehusó su ofrecimiento de facilitarle la huida al
extranjero.
17 de agosto. El temor a un registro de los milicianos en la casa
Bofill hacía difícil la situación y era necesario
buscar otro refugio. Fue a otro domicilio, pero aquí ya
había habido un registro y detenido a tres religiosas.
Así, la noche del 17 de agosto la pasó en la Jefatura de
Policía, a donde acudían a dormir vagos, maleantes y
otros que estaban como el P. Jacinto. Este ejerció allí
también su ministerio con los que se encontraban como él.
Al día siguiente fue al refugio donde se encontraba su hermano,
el P. Agustín, y después de comer se dirigió al
antiguo refugio donde pasó todo el día.
Al día siguiente, 19 de agosto, el Sr. Bofill salió a
buscar un refugio seguro pero en las escaleras se encontró a los
milicianos que iban a hacer un registro en su casa. Le preguntaron
cómo se llamaba y al responderles Me llamo Bofill le obligaron a
volver al piso. En la escalera antes de entrar le preguntaron
quién había en la casa y él les dijo: Mis
familiares y un profesor de mis hijos.
Llamó a la puerta, y la muchacha, al mirar por la mirilla y
verle al dueño, abrió sin recelo la puerta, entrando con
él dos patrulleros con sus pistolas en la mano. Estos cerraron
la puerta del piso con llave y se quedaron con ella para que
nadie pudiera salir. El registro fue minucioso y duró de las
11,30 hasta las 14, las dos de la tarde. Recorrieron las habitaciones.
Y en una de ellas encontraron al P. Jacinto instruyendo a los
niños. Los milicianos preguntaron al Padre cómo se
llamaba y qué oficio tenía. Él les mostró
una tarjeta en que constaba como empleado de una imprenta editorial y
ellos no se lo creyeron. Continuaron el registro en busca del tesoro.
El P. Blanch no dudaba de que había llegado su hora, pues en un
descuido dispuso que su reloj fuera entregado a su hermano
Agustín y ocultó la estilográfica en el repliegue
de la banqueta donde estaba sentado, y por otra él no
habría negado su condición de religioso. Preguntaron a
los Srs. Bofill por el tesoro que los claretianos tienen en las
misiones de Fernando Poo, en realidad buscaban al P. Pous, y con
grosería le dijeron al Padre: Ya nos explicarás algunas
cosas que sabes.
Al Padre se lo llevaron detenido entre insultos, pero antes de salir le
cachearon los bolsillos encontrándole un rosario, entonces le
apostrofaron a placer. ¿Por qué te escondías esto,
cobarde? Y como callara porque no era tiempo de responder a
despropósitos como ese, se lo colgaron al cuello para escarnio,
como el inri. Entonces la dueña de la casa hizo un último
intento por salvarlo y les dijo a los patrulleros: ¿Os
lleváis a un pobre viejo y enfermo? Contestaron ellos: Os lo
hacen creer a vosotras que son pobres.
No se sabe a dónde le llevaron, quizá a una de las
prisiones particulares, ni a qué torturas le sometieron. La
familia Bofill y sus amigos practicaron diligencias ante la
policía para averiguar su paradero y obtener su libertad, pero
la respuesta lacónica fue: si se tratase de un paisano
aún … pero tratándose de un sacerdote, no hay recurso.
Por referencias, testimonios, se sabe que lo llevaron a Pedrales
y allí lo fusilaron el 21 de agosto, pues su cadáver
ingresó en el Hospital Clínico a las 13. El día 22
fue reconocido el cadáver por la muchacha de servicio de la casa
Bofill y el médico Dr. Puig de Fábregas y el 24 inhumado
en un nicho de la familia Bofill en el cementerio de Sants.
Posteriormente el encargado del cementerio, sin aviso previo a la
familia, arrojó los restos mortales a una fosa común,
haciendo imposible su identificación.