BEATO ISIDORO BAKANJA
15 de agosto
1909 d.C.



   Era miembro de la tribu Boangi, en el antiguo Congo Belga, y nació en Bokendela en el seno de una familia animista. Hacia 1905, una empresa de obras públicas de Mbandaka le contrató como peón de albañil por tres años. Al mismo tiempo hacía el catecumenado con los monjes trapenses de la misión de Bolokwa-Nsimba. En 1906 recibió el bautismo, y tenía tanto amor a María, que le fue entregado el escapulario de la Virgen del Carmen. Este mismo año recibió la confirmación y la comunión.

   Sobre su vida en Coquilhatville tenemos solamente este testimonio directo: “Bakanja tenía un carácter dulce. No discutía jamás. Era un cristiano buenísimo”. Era siempre afable con todos, blancos y negros, rezaba siempre. Siempre ostentó el escapulario valientemente como signo de testimonio cristiano y de piedad hacia María. Se puso a trabajar en una empresa de caucho que dirigía como gerente un belga blanco llamado Longange Van Cauter. Éste tenía odio declarado a todo lo que fuera religioso o cristiano, ya que igualaba a blancos y negros, y había prohibido que se rezase y que se llevasen signos externos de religión. Un día vio a Isidoro con el escapulario y le dijo que se lo quitara, pero Bakanja no lo hizo, por ello fue azotado. Su piedad fue tal que lo eligieron catequista entre los trabajadores

   Longange, quería matarlo y ordenó que lo golpearan con una cachiporra y ordenó su muerte; Bakanja se presentó a él y le dijo: “No te he robado. No me he acercado a tu mujer ni a tus concubinas... He hecho cuanto me has mandado... ¿Por qué quieres matarme?”. El belga ordenó que lo azotasen con un látigo para domar a los elefantes, lleno de clavos sobre el cuero. Aunque los azotes tuvieron lugar en febrero, subsistió durante cerca de seis meses, padeciendo un intenso dolor por las heridas abiertas y empozoñadas que cubrían su espalda; además cuando el tirano se enteró que venía un inspector, ordenó encerrarlo en un calabozo, donde lo comían las ratas y recibió nuevos golpes y malos tratos. Un día dejaron la puerta abierta y consiguió huir y se encontró con un criado del inspector, quien quedó profundamente impresionado. Bakanja le dijo: “Si ves a mi madre, si vas a casa del juez, si vas a la residencia del padre, diles que muero porque soy cristiano”.

   Tras recuperarse, fue nuevamente azotado por el propio Longange, y encerrado en un calabozo. Como hubiera una nueva inspección, para que no se enterasen de lo que sucedía, se lo llevaron a Isako para que el inspector no lo descubriera; de nuevo consiguió escaparse y tuvo que estar escondido en un pantano, donde se lo comía el pus y los gusanos. Por fin lo encontraron unos misioneros, con los que se confesó, recibió la eucaristía y la extremaunción, y murió perdonando a su verdugo. Murió en Wenga o Busira, diciendo “Ciertamente, oraré por él (refiriéndose a su verdugo). Cuando esté en el cielo, oraré mucho por él”. Van Cauter fue expulsado de la compañía y llevado ante los tribunales, que castigaron su inhumano proceder. SS. Juan Pablo II lo proclamó beato en 1996.

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(Parroquia San Martín de Porres)