BEATA ISABEL PICENARDI
19 de febrero
1468 d.C.
Nació probablemente en Cremona, su padre era un caballero al
servicio de la familia reinante de los Gonzaga, y por ello se fueron a
vivir a Mantua. Isabel se educó en esta ciudad y vivió
cerca de la Iglesia de san Bernabé, que entonces era regida por
los Siervos de María de la Congregación de la
Observancia, lo que fue motivo de un trato frecuente con los frailes de
esta Orden; esta circunstancia no dejaría d influir en la
formación espiritual de la joven Isabel.
Su padre quiso
casarla, pero ella se negó, y afirmó que quería
consagrarse a Dios. Después de la muerte de su madre
ingresó como Terciaria de los Siervos de María
(mantelata). Primero vivió en la casa paterna a la manera de una
religiosa; luego, al morir su padre, se fue a vivir con su hermana
Orsina, casada con el aristócrata Bartolomé de Gorno.
Allí, en una habitación apartada, pasó el resto de
su vida, no lejos de la iglesia de los Siervos.
Esparcida la fama de
su santidad, la gente acudía a ella para consultarla, pues la
consideraba un oráculo divino; y dado que muchas veces
alcanzó para sus conciudadanos los favores celestiales por
intercesión de nuestra Señora, recibió el
apelativo de “confidente de la Madre de Dios”.
Muchas doncellas
siguieron su admirable ejemplo y formaron una fraternidad regular de la
Tercera Orden. Fue asidua a la meditación de las Sagradas
Escrituras, recepción de la Eucaristía y
recitación del Oficio divino y muy devota de María. Se
dedicó con tanto fervor a la Madre de Cristo que, a
imitación suya, quiso guardar perpetua virginidad.
Cultivó con tanta delicadeza la castidad que, en los
últimos instantes de su vida, daba rendidas gracias a Dios y a
la santísima Virgen porque moría conservando intacta la
flor de la virginidad. Contra la costumbre de su tiempo, recibía
con frecuencia la Eucaristía de manos de fray Bernabé de
Mantua. Al final de su vida acudía diariamente al sacramento de
la Penitencia. Murió muy joven y con fama de santidad.
Sus restos reposan en el pueblo de Tor de Picenardi, en la provincia de
Cremona. El Papa Pío VII, el 20 de noviembre de 1804,
aprobó el culto, extendido a la Orden de los Siervos y a las
diócesis de Mantua y Cremona.