BEATA ISABEL DE FRANCIA
22 de febrero
1270 d.C.
Única hermana
de san Luis IX, rey de Francia. Isabel se cría en la corte
paterna bajo los cuidados de su madre, la beata Blanca de Castilla, que
infundió en ella, como en su hermano Luis, los más
fervorosos sentimientos religiosos. Ya de pequeña
aprendió a amar a los pobres y a emplear mucho tiempo en los
actos de piedad y culto divino.
Solicitó su
mano el príncipe Conrado, hijo y heredero del emperador Federico
II. La propuesta fue acogida con satisfacción por la reina viuda
beata Blanca de Castilla y por su propio hermano san Luis, y al papa
Inocencio IV, a quien se había dado noticia de la
petición, le pareció buena para soldar la paz entre los
príncipes cristianos y le escribe a Isabel diciéndole que
contaría con su bendición. Pero Isabel contesta al Papa
que ella ha hecho voto de virginidad y que desea mantener su
consagración a Dios. Inocencio IV contesta a la princesa que no
puede menos que alabarla por esta deliberación y que la animaba
a proseguir en tan santo propósito.
Isabel prosigue
entonces en medio de la corte llevando una vida dedicada a la caridad y
a la piedad y puede ver cómo su hermano Luis, llevado de un alto
idealismo, marcha a las Cruzadas, donde sus armas no consiguen el
triunfo esperado sino que incluso es apresado y a gran precio recupera
la libertad. Estando su hermano ausente, muere su madre Blanca.
A partir de entonces
ya no se cree necesaria en la Corte y piensa poner en práctica
el propósito concebido de fundar un convento de clarisas en el
que pasar el resto de sus días. Su hermano le da la oportuna
licencia y surge así el convento de Longchamp el año
1257, que ella coloca bajo la advocación de la Humildad de
Nuestra Señora. Parece claro que, aunque la Orden Franciscana
presenta a Isabel como monja de la Segunda Orden y con ese
título se confirmó su culto, en realidad ella nunca
profesó ni emitió los votos religiosos. Vivió en
un ala del convento, en una especie de casa aparte, no en las celdas de
las monjas, y continuó su costumbre de generosidad extrema con
los pobres. De esta forma además evitó el que las monjas
la pudieran elegir abadesa.
Su vida fue santa: toda ella dedicada a la oración, la
penitencia y las buenas obras, pudiendo ser vista en éxtasis con
que el señor la favorecía. Murió con fama de
santidad. Su culto fue aprobado en 1521 por León X.