BEATA ISABEL CANORI
MORA
5 de febrero
1825 d.C.
Nació en Roma en el seno de una familia acomodada. Pasó
su adolescencia en Cascia, educada por las agustinas. Después de
una adolescencia religiosa, conoció a un abogado,
Cristóbal Mora con el que se casó en 1796. A los pocos
meses se dio cuenta de los infundados celos y las infidelidades del
marido, pero a pesar de ello se esforzó por hacer feliz a su
marido y le dio cuatro hijas, de las que dos murieron al poco tiempo de
nacer.
Las infidelidades
continuaron, y también la fortuna de la familia se esfumó
y cayeron en la pobreza más extrema. Isabel no desesperó,
y después de una experiencia mística extraordinaria,
intensificó su vida espiritual y se hizo Terciaria de la Orden
Trinitaria en la iglesia de San Carlino de Roma. Una lectura religiosa
la llevó a relacionar su propio dolor e incomprensión
sufrida por Jesús. Un sacerdote le regaló una miniatura
de Jesús Nazareno: “No te aflijas -le dijo-, yo haré de
padre de tus hijas”. Desde ese momento su casa se transformó en
un lugar de encuentro y de oración. Allí encontró
valor y fortaleza. “Tenía una gran capacidad de persuadir, y
cuantos entraba en contacto con ella, renacían a una vida
nueva”. En los ambientes más populares de Roma la
reconocían como “la santa”. Tuvo el don de profecía.
Dedicó su vida
por la conversión de su marido, la paz, la santidad de la
Iglesia y la conversión de todos los pecadores; educó a
sus hijas y las invitó a amar a su padre; durante un tiempo sus
cuñadas le apartaron de sus hijas porque la consideraron incapaz
de educarlas. La dramática situación familiar no le
impidió vivir la caridad cristiana, abrazando la pobreza como
don, compartiendo todo lo que tenía y asistiendo a las familias
en crisis. Murió en Roma, sin que su marido se convirtiera; pero
su muerte logró su conversión que arrepentido de su vida
se hizo terciario trinitario y en 1833 ingresó en los
franciscanos conventuales donde fue ordenado sacerdote; muriendo
santamente.
Juan Pablo II la nombró protectora de la institución
matrimonial y de los tradicionales “valores de la fidelidad, de la
castidad, del sacrificio”. Fue beatificada junto al joven
mártir Zaire Isidoro Bakanja, y a otra madre italiana santa,
Juana Beretta Molla, por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1994,
en el Año Mundial de la Familia.