INVENCIÓN DE LA SANTA CRUZ
3 de mayo



   Cuenta el historiador Eusebio de Cesarea que el general Constantino, hijo de santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Y que teniendo que presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio, jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batalla tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía: "In hoc signo vinces" (con este signo vencerás), y que al empezar la batalla mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y que exclamó: "Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena". Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Emperador y decretó la libertad para los cristianos (Edicto de Milán), que por tres siglos venían siendo muy perseguidos por los gobernantes paganos.

   Escritores sumamente antiguos como Rufino, Zozemeno, San Cristótomo y san Ambrosio, cuentan que Elena, la madre del emperador, pidió permiso a su hijo para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Nuestro Señor. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz a Judas (luego san Judas, obispo de Jerusalén). 
Y como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud. Y entonces santa Elena, y el obispo de Jerusalén, san Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Y que por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar y que acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.
Sobre dicho lugar se levantó la Basílica del Santo Sepulcro.

   Al volver a Roma, trajo consigo diversas reliquias que se conservan hoy día en la Iglesia de la Santa Cruz: unos clavos, un trozo grande de la cruz y el “titulus” donde Pilatos había hecho escribir “Este es el rey de los judíos”. Dicho hallazgo lo realizó santa Elena el 3 de mayo de 326.


   Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo. El hecho de conocer la festividad como Invención de la Santa Cruz, procede del verbo latino "invenio", que significa “hallar” o “encontrar”.

   La devoción a la Santa Cruz es una de las más antiguas de la Iglesia. La verdadera fiesta  en un principio se celebraba el 14 de Septiembre, aniversario de la dedicación de la Basílica levantada por Constantino en el Calvario. En el siglo  VIII se trasladó, en occidente, al 3 de Mayo, reservando el 14 de Septiembre para conmemorar, con el título de Exaltación, la victoria de Heraclio contra los Persas. Las lecturas del Breviario y de la Misa cantan el poder de la Cruz, prenda de nuestra salvación,y son un eco de la ceremonia del Viernes Santo.

   Siendo tan gloriosa á toda la Iglesia la invención de este sagrado trofeo, se celebró en ella su fiesta con mucha solemnidad. Ya se celebraba en Francia en la primera línea de sus reyes, encontrándose su oficio en los antiguos misales de la liturgia galicana. El rey Ervigio, que reinaba en España en el siglo VII, expidió un decreto que se halla en el Código de las leyes de los visigodos, por el cual manda á los judíos establecidos en sus dominios que celebren la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, del mismo modo que los obligaban á celebrar la de la Anunciación, Natividad, Epifanía, Circuncisión, Pascua y Ascensión.

   El fin de haber señalado el día tercero de Mayo para celebrar esta fiesta, fue por acercarla todo lo posible á la memoria de la Pasión del Salvador, y á la Adoración de la Cruz, que se hace en el Viernes Santo. Por eso se señaló el primer día libre después de la solemnidad de la Pascua, que nunca puede pasar del segundo día de Mayo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes. 

  Además, la celebración de este día es anterior al Pasionario. En la "Lex Romana Visigothorum", promulgada por Recesvinto en el año 654, y renovada por Ervigio en el 681, se menciona esta festividad comparándola, por lo que se refiere a su solemnidad, con las mayores del año eclesiástico; y en el "Leccionario de Silos", compuesto hacia el año 650, aparece con el nombre de "dies Sanctae Crucis", siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración en España. Desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la existencia en España de reliquias de la Cruz, concretamente en sendas iglesias de Mérida y Guadix. Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en general es aún más antiguo, pues sabemos que en el año 599 se celebró en la Catedral de la Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su vez una advocación anterior.

   Consérvanse, y se adoran en muchas iglesias, partes muy considerables de la Verdadera Cruz. Fuera de la que se adora en Roma, hay otras en Francia, Italia, Alemania, España y Portugal. Justino II, emperador de Constantinopla, envió una porción de ellas á santa Radegundis, mujer de Clotario I, que enriqueció con ella su real monasterio de Santa Cruz de Poitiers; y con esta ocasión Fortunato, que seguía la corte de la santa reina, y fue después Obispo de dicha ciudad, compuso los dos célebres himnos, de que aun usa el día de hoy la Santa Iglesia en el Oficio de la Pasión y de la Cruz.

   San Gregorio envió una parte de la verdadera cruz á Recaredo, rey de los godos en España, como un riquísimo presente. San Luis consiguió de los venecianos la porción de cruz que había quedado en Constantinopla, y la hizo trasladar á Francia el año de 1241, colocándola en la santa capilla que edificó el de 1242, juntamente con la corona de espinas, que dos años antes le habían regalado los mismos venecianos.

   “Hermanos: Tened entre vosotros los mismos sentimientos que (fueron) en Cristo Jesús; el cual, siendo Dios en la sustancia, no juzgó usurpación el que su ser fuese igual á Dios, sino que se anonadó á Sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante á los hombres, y, reconocido por hombre en la condición, se humilló á Si mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual también Dios le ensalzó, y le dio un nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el Cielo, en la Tierra y en el Infierno, y toda lengua confiese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre”. (Filipenses, 2).

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(Parroquia San Martín de Porres)