BEATO HUNFREDO
PRITCHARD
5 de julio
1589 d.C.
En Oxford, ciudad
de Inglaterra, beatos Jorge Nichols y
Ricardo Yaxley, presbíteros, Tomás Belson, que se
preparaba para el
sacerdocio, y Hunfredo Pritchard, todos los cuales, también en
tiempo
de la misma reina Isabel I, por haber entrado el primero en Inglaterra
como sacerdote, y los otros por colaborar con él, fueron
condenados a
muerte y sufrieron el suplicio en el patíbulo. Era natural de
Brill, junto a Ayslebury.
Era galés y vivía en Oxford; era
criado de Catalina Welsh, la viuda católica dueña de la
fonda en donde los cuatro fueron arrestados. Era un alma simple y
honesta que durante doce años había prestado los
más eficaces servicios a los católicos perseguidos.
El arresto se produjo a media noche, sin duda porque alguien
avisó a la autoridad de la presencia de varios sacerdotes. Los
tres huéspedes y el criado fueron arrestados -también lo
fue la dueña del hostal pero no fue sometida a juicio- y
llevados ante el vicecanciller, ante quien reconocieron que eran
católicos. Él preguntó si había
algún sacerdote entre ellos. El P. Nichols se presentó
como tal y tuvo lugar seguidamente una discusión religiosa con
el vicecanciller hasta que éste, dialécticamente
acorralado, prefirió concluir. Enviados los sacerdotes a una
cárcel y los seglares a otra y encadenados en ellas, un grupo de
teólogos protestantes vino a dialogar con ellos e intentar su
paso al protestantismo. El vicecanciller los interrogó de nuevo
y quiso sacar de ellos con quiénes habían tratado. Pero
mantuvieron su confesión católica con firmeza y no
delataron a nadie.
Fueron llevados a Londres y presentados a Walsingham, quien les dijo
que no sólo eran traidores sino perturbadores del orden
público en el país, a lo que ellos replicaron que
difundir el evangelio no podía ser calificado de desorden ni
sedición. Fueron torturados con la intención de averiguar
los nombres de las otras personas católicas, pero ninguno de
ellos dijo nada. Entonces, fueron reenviados a Oxford para ser juzgados
y condenados. El juicio tuvo lugar en el castillo de Oxford. Los
cuatro, al oír la sentencia de muerte, dieron gracias a Dios y
se abrazaron entre sí. Un ministro protestante le dijo a
Hunfredo que era un pobre ignorante y que no sabía qué
era ser católico. El dijo que sí lo sabía aunque
no fuera capaz de explicarlo.
Para la ejecución pública
concurrió mucha gente. Escarmentados de la capacidad del P.
Nichols para explicar su fe católica, no se le dio permiso para
hablar antes de ser ejecutado. Lo fue en primer lugar. Una vez ahorcado
lo bajaron y el P. Yaxley se dirigió hacia el cadáver, lo
abrazó y le dio gracias en público por haberlo guiado en
el ministerio y haber sido para él un verdadero padre
espiritual, y se encomendó a él en aquella hora tremenda.
La conducta del joven sacerdote impresionó vivamente a la
multitud. Seguidamente fue ahorcado, y al ser bajado, el siguiente
mártir besó su cuerpo y se encomendó a él.
Era Belson, que mostró en aquella hora una gran fortaleza y
serenidad. Por último subió al patíbulo Pritchard
con rostro sonriente y dijo a los presentes que los ponía como
testigos de que no moría por otra cosa que por su fe
católica. Las cabezas de los cuatro mártires fueron
expuestas en el castillo de Oxford, mostrando serenidad y compostura en
sus rostros, tanto que se mandó fueran expuestas en sitio menos
público. Según la práctica habitual, fueron
ahorcados, luego destripados y descuartizados. Fueron beatificados el
22 de noviembre de 1987 por SS Juan Pablo II.