BEATO GUMERSINDO VALTIERRA ALONSO
1936 d.C.
26 de julio



Nació el 13 de enero de 1876 en San Martín de Humada (Burgos)

Profesó el 15 de agosto de 1894 en Cervera

Sacerdote el 19 de septiembre de 1908 en Lérida

Fusilado el 26 de julio de 1936 en Barcelona

 

Era el superior de la casa de la calle Ripoll. Nació el día 13 de enero de 1876  en San Martín de Humada, término municipal de Los Ordejones, provincia y diócesis de Burgos Fue bautizado solemnemente en la parroquia de San Martín Obispo el mismo día de su nacimiento y fue confirmado en Villadiego el 7 de julio de 1877 por el Exc.mo D. Cesáreo Rodrigo Justo, Obispo de Orense, con licencia del Arzobispo de Burgos.

Sus padres fueron Santiago Valtierra[1], labrador, y Josefa Alonso. La primera educación la recibió en su casa y en la parroquia, donde era monaguillo. Ahí la surgió la vocación religiosa.

Ingresó en el postulantado de Segovia el día 13 de febrero de 1890, que en aquellos años era bastante numeroso. En el segundo curso eran 121 los postulantes. En todos los cursos obtuvo la calificación meritissimus. Buena conducta moral y religiosa.

El 20 de agosto de 1893 llegó a Cervera para hacer el noviciado. El 27 de agosto tomó el hábito de manos del P. José Xifré, superior general. Los candidatos eran 94, provenientes de los colegios de preparación de Barbastro, Alagón, Segovia y Valmaseda.

La profesión fue el 15 de agosto 1894. A continuación comenzó los estudios de filosofía. Hizo los estudios filosóficos demostrando sus buenas cualidades: intelectuales y humanas. En el registro del tercer curso no figura su nombre, aunque es posible que hiciera los estudios pero no sostuviera los exámenes, pues el 16 de julo de 1897 ya está en la Selva del Campo como hermano coadjutor. Pasó a la categoría de Hermano siendo estudiante profeso por algunos ataques epilépticos.

Era modelo de observancia religiosa y aceptó humildemente la disposición de los superiores de que pasara a la categoría de Hermano Coadjutor a raíz de una enfermedad que parecía le incapacitaba para el sacerdocio. Superada la enfermedad, reanudó los estudios.

Como Hermano fue destinado a la Selva en calidad de profesor e instructor   de estudiantes externos. En febrero de 1900 fue trasladado a Cervera.

Vuelve a la categoría de estudiante. En 1905 va a Barbastro como profesor de postulantes  y el curso 1906-1907 es también auxiliar del Prefecto. Según parece realiza también los estudios teológicos en el seminario diocesano de Barbastro. En esta  ciudad recibió las órdenes menores (22 de diciembre de 1907), el Subdiaconado en Lérida (13 de junio de 1908), el Diaconado en Alagón (5 de julio de 1908) y el 19 de septiembre de 1908 recibió el presbiterado en Lérida de manos del Dr. Antonio Ruano Martín, Obispo de la homónima diócesis. Continuó en Barbastro como reputado profesor, «cortado para profesor»[2] para lo cual tenía excelentes cualidades. En el verano de 1909 fue destinado a Vic como prefecto de postulantes en sustitución del P. Ramón Ribera. En los cambios de cargos de 1916 fue enviado a Cartagena, donde estuvo hasta fines de 1922, pasando a Madrid, el 23 de enero de 1923 llega a Alagón con el cargo de Ministro. Desde el 18 de septiembre de 1924 hasta 1929 fue Prefecto de disciplina del seminario conciliar, en el que habían constituido una comunidad claretiana que se encargaba de la dirección.

En 1928 fue destinado a Requena como superior. Allí estableció la Archicofradía del Corazón de María, con numerosos afiliados.

En 1932, por indicación del Provincial de Cataluña, fue nombrado superior de la casa generalicia de la calle Ripoll de Barcelona, cargo que aceptó por obediencia: «más bien he nacido para obedecer que para mandar … será forzosamente para mí una tortura el tener que dirigir»[3]. Tomó posesión del Superiorato el 12 de mayo. En diciembre le encargaron de la Colecturía General. El descenso de intenciones de misas le llevó a idear el remedio, solucionar el problema, a través de la Unión Mariana de Sufragios, que debían promover todos los miembros del Instituto. En esta casa tuvo mucho trabajo. Él no quería seguir como superior, pero fue confirmado en el cargo en 1934[4].

 

Virtudes

Hombre de fe valerosa.

Piadoso, fervoroso, muy devoto de la Virgen María y del santo rosario como lo hacía desde niño en familia.

Buen espíritu, diligente y de buen carácter y muy pacífico. Humilde, sencillo, modesto. Buen talento, aplicado, predica bastante bien, tiene algunas dotes de gobierno. Prudente. Digno de confianza.

Observante, religioso ejemplar, muy cuidadoso en cumplir sus obligaciones, franco y dócil con los superiores. Buen superior y buen formador y profesor, cortado para profesor.

En sus relaciones con la familia se muestra cariñoso, interesado por todos y, de manera particular, de promover las vocaciones entre sus sobrinos. Además les da continuos consejos de vida cristiana.

Recuerda las prácticas religiosas que su madre tenía establecidas en su casa, como rezar el santo rosario en familia todos los días[5].

 

Aceptación del martirio

Ya desde 1931 manifestaba su deseo de sufrir el martirio a imitación de otros claretianos: «Mucho ánimo P. Ángel, no sólo para soportar con alegría esta no terminada persecución religiosa, sino para sufrir, si necesario fuera el martirio a imitación de nuestros envidiables PP. Crusats y Solá. Qué honor para nuestro preclaro Instituto»[6].

Cuando el 21 de julio de 1936 tuvo que abandonar la casa religiosa y refugiarse en domicilios de conocidos  manifestaba con frecuencia su disposición de afrontar el martirio y derramar su sangre por Jesucristo. Decía con frecuencia «Dios sobre todo»,  pues en Él había puesto toda su confianza.

 

Martirio

El día 20 de julio de 1936, una vez estallada la revolución le comunicaron al P. Valtierra  que debían abandonar la casa porque corrían peligro. Respondió: «Pero si nosotros no hemos mal a nadie…». Esta respuesta es conforme a lo que pensaba sobre los revolucionarios, o sea que no les conocía bien. Le insistieron en que era urgente vestirse de paisano y escapar.

El Padre, no teniendo conocidos donde buscar escondite, se refugió, junto con el P. Jacinto Blanch, en el domicilio de D. Eugenio Bofill, amigo del P. Jacinto.

25 de julio. Después de cuatro o cinco días buscó otro alojamiento. El día 25 de julio fueron al domicilio de D. Ramón Sunyer, hermano de un Padre claretiano residente en Italia, pero allí no pudo ser porque la casa estaba vigilada, por lo cual el jefe se había ausentado. Entonces se dirigieron a la casa de Doña Carmen Bayona, que ya tenía el piso bien ocupado con religiosas, Siervas de Jesús. A pesar de que la situación era tan delicada y crítica el Padre quería celebrar la misa con todos los ornamentos sagrados. Una de las religiosas tuvo que ir a buscarlos a las Hermanitas de los Pobres, pero, con buen criterio, no se los dieron por el peligro que corrían. El Padre no se daba perfecta cuenta de ello, pero al final lo aceptó con amargura. «Desde mi ordenación nunca he dejado de celebrar Misa hasta el día de hoy»[7].

Su trato le conquistó el aprecio de los de la casa. Allí ejerció su responsabilidad sacerdotal y empezó a dar lecciones de tranquilidad y espiritualidad. Decía a la dueña: No tenga miedo, todo el día estoy rezando el Oficio Divino, y la Virgen nos ayudará. A las religiosas alentaba a vivir alegres. Estas comprendieron y admiraron la gran preparación del Padre para el martirio.

Por otra parte el Padre quería salir de casa mientras que la dueña se oponía por el peligro al que se exponía. Las monjas intentaron «secularizarle» un poco quitándole el breviario y el sombrero sin que por ello cambiara su estampa clerical. No lo podía disimular ya que iba vestido totalmente de negro, corbata incluida, los ojos bajos y su empaque modesto y recogido. El Padre salió el domingo 26 por la tarde con intención de ir a casa de un amigo en Sarriá.  Seguía la dirección del tranvía y al llegar al puente de Vallarca es detenido por una patrulla de milicianos, comandada por Jaime Serrat. Este al verlo dijo ¡Un religiosos! El jefe, bajando del auto, le pregunta:

¿Eres religioso?

Sí, lo soy, por la gracia de Dios, afirma el Padre con toda ingenuidad. Su porte le había delatado. Hubo un diálogo entre detenido y miliciano sobre  la casa de la que acaba de salir y con sencillez lo dijo. También le preguntaron por la persona que le había llevado a aquella casa y entonces vió el peligro y no abrió más la boca. En respuesta el chófer le dió una brutal bofetada, que le hizo sangrar por la boca, sacó el rosario y se reconcentró en silencio con resignación.

En aquel momento pasaban por allí otros rojos a los cuales encomendaron al detenido con estas palabras:

A este os lo podéis llevar hacer de él lo que queráis.

Se lo llevaron en coche y en la calle Napoleón le hicieron bajar del coche, aunque él no quería. Le mandaron caminar calle arriba y después de un poco una detonación de varias descargas simultáneas dirigidas contra él lo dejaron tendido y muerto en el suelo. Sólo se oyó un ¡ay! lastimero, que se confundió con el golpe seco de su cuerpo al desplomarse. El fusilamiento debió ser entre las 10 y las 11 o las 12 de la noche del 26 de julio de 1936.

Día 27, allí estuvo el cadáver hasta las cinco de la madrugada en que una ambulancia lo llevó al Clínico, en donde pudieron reconocer su cadáver unas personas que lo conocían.

El P. Jacinto Blanch, al no ver al P. Valtierra, fue al Clínico y allí pudo reconocer la fotografía del cadáver.

Al parecer le encontraron la dirección de la casa de donde venía, pues luego fue objeto de varios registros.

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(Parroquia San Martín de Porres)