Nacido en 1331 en el castillo de Maumont en la diócesis de Limoges, murió el 27 de marzo de 1378 en Roma. Era sobrino del papa Clemente VI, que amontonó sobre él numerosos beneficios y finalmente le creó cardenal diácono en 1348, con sólo 18 años de edad. Como cardenal asistió a la universidad de perugia, se convirtió en un hábil canonista y teólogo y se ganó la estima de todos por su humildad y pureza de corazón. Tras la muerte e Urbano V, los cardenales le eligieron por unanimidad, en Aviñón, en diciembre de 1370. Eligió el nombre de Gregorio XI, hizo que le ordenaran sacerdote el 4 de enero, 1371, y fue coronado papa al día siguiente. Inmediatamente intentó reconciliar a los reyes de Francia e Inglaterra, pero fracasó. Sin embargó tuvo éxito en la pacificación de Castilla, Aragón, Navarra, Sicilia y Nápoles. Se esforzó el lograr la reunificación de las iglesias latina y griega, en formar una cruzada y en la reforma del clero. Sin embargo pronto volvió su atención a los turbulentos asuntos de Italia.
El duque Bernabé Visconti de Milán, un antiguo enemigo del papado, se había declarado, en 1371, señor de Regio y otras plazas que eran feudos del papa. Cuando todos los intentos de devolverle a la sensatez fallaron, Gregorio VI le impuso el entredicho. Bernabé obligó a los legados que le llevaron la bula de excomunión a que se comieran el pergamino en el que iba escrito y los llenó de insultos, por lo que el papa le declaró la guerra en 1372. Al principio las victorias eran de Bernabé, pero cunado Gregorio consiguió la ayuda del emperador, la reina de Nápoles, el rey de Hungría y contrató a su servicio al condotiero John Hawkwood, Bernabé pidió la paz. Sobornando a algunos de los cancilleres papales, logró una tregua favorable el 6 de junio de 1374.
Como los precedentes papas de Aviñón, Gregorio XI cometió el error fatal de nombrar como delegados y gobernadores de las provincias eclesiásticas de Italia a franceses que no entendían a los italianos y que eran odiados por éstos. Los florentinos que temían que un afianzamiento del poder papal ponía en peligro su propio poder en Italia central, se unieron a Bernabé Visconti en julio de 1375. Tanto Bernabé como los florentinos hicieron todo lo posible por crear insurrecciones en los territorios papales entre los que estaban insatisfechos con los legados papales en Italia. Tuvieron tanto éxito que en poco tiempo todo el Patrimonio de S. pedro estaba en armas contra el papa. Muy enfadado por los el proceder sedicioso de los florentinos, Gregorio XI les impuso castigos extremadamente severos. Puso a Florencia bajo entredicho, excomulgó a sus habitantes y los declaró fuera de la ley, a ellos y sus posesiones. Las pérdidas financieras que se derivaron de esto para los florentinos son incalculables. Enviaron a Sta. Catalina de Siena a que intercediera por ellos ante Gregorio XI, pero frustraron sus esfuerzos continuando con las hostilidades contra el papa. En medio de estos conflictos, Gregorio XI cedió a las urgentes oraciones de Sta Catalina y decidió volver a la sede papal de Roma a pesar de las protestas del rey francés y de la mayoría de los cardenales franceses.
Dejó Aviñón el 13 de septiembre de 1376, embarcó en Marsella el 2 de octubre y por Génova llegó a Corneto el 6 de diciembre. Permaneció allí hasta que se hicieran los arreglos convenientes en Roma respecto al futuro gobierno. El 13 de enero de 1377 dejó corneto y desembarcó en Ostia al día siguiente, navegando por el Tíber hasta el monasterio de S. pablo, desde donde hizo la entrada solemne en Roma el 7 de enero.
Pero su vuelta a Roma no puso fin a las hostilidades. La notoria masacre de Cesena, ordenada por el cardenal Roberto de Génova (después antipapa Clemente VII) enardeció más a los italianos contra el papa. >Las continuas algaradas en Toma indujeron a Gregorio XI a trasladarse a Anagni a finales de mayo de 1377. Poco a poco fue suavizando las cosas y volvió a Roma el 7 de noviembre de 1377, donde falleció mientras se celebraba un proceso de paz en Sarzano. Gregorio XI fue el último papa de nacionalidad francesa. Era culto y pío aunque no libre de nepotismo. En 1374 aprobó la orden española de Ermitaños de S. Jerónimo y el 22 de mayo de 1377 publicó cinco bulas en las que se condenaban los errores de Wyclif. Estaba tona disgustados con las condiciones en que estaba Roma que sólo la muerte impidió que volviera a Aviñón. El Gran Cisma comenzó después de su muerte.