SAN GREGORIO II
715-731 d.C.



    "No hay en la historia del mundo (escribe Henri Pirenne) un hecho comparable, por su universalidad y la brusquedad de sus consecuencias, al de la expansión del Islam en el siglo VII". Durante setenta años, los árabes conquistan el espacio entre el mar chino y el oceáno Atlántico. El Imperio persa cae bajo sus golpes y Bizancio pierde casi todas sus posesiones extraeuropeas.

   El alud se detuvo frente a las murallas de Constantinopla (717) y ante las tropas reunidas por Carlos Martel en Pitiers (732). El califa de Bagdad era el nuevo jefe político y religioso de todas estas regiones, que formaban un nuevo Imperio. Para Europa, la conquista árabe y su marcha en el mundo significa la separación entre Roma y Bizancio, ya que el Imperio Bizantino, reducido a los límites de la Península Balcánica, se transforma en un estado griego, mientras Roma se dirige cada vez más hacia Occidente y hacia el norte. Cerrado para los occidentales el tráfico por el Mediterraneo, donde la flota árabe había destruido a la bizantina, Roma se vio obligada a abandonar las aguas de un Mare Nostrum una vez latino, y a mirar hacia las tierras incógnitas, allí donde bárbaros paganos esperaban la luz cristiana.

   Fue el gran mérito II el de encomendar la cristianización de los germanos al misionero angosajón Winfrido, el futuro San Bonifacio, el cual desembarcó en la orilla alemana en el año 716. Así, la Iglesia de Inglaterra devolvía a Roma el bien que de ella había recibido. La cultura occidental tomaba un matiz latino-germánico que iba a marcarla para muchos siglos.

   En Bizancio, el emperador León III, de la dinastía isáurica, emprendió una vedadera campaña iconoclasta, con el fin de destruir las imágenes, iconos o estatuas, y sometió Italia a impuestos insoportables. El Papa se opuso, el emperador mandó asesinarle y el pueblo, apoyado por los longobardos, se levantó contra Bizancio. Fue la primera revolución del país. El emperador amenazaba a Gregorio, prometiéndole la suerte de Martín, pero el Papa le escribió una serie de cartas de importancia histórica, que ponían de relieve la distancia que iba naciendo entre las dos capitales, la espiritual y la temporal. En plena crisis, el exarca de Ravena ocupó Roma. El Papa entabló relaciones con Carlos Martel. Los francos hacen así su entrada en la historia universal.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)