BEATO FRANCISCO
ZANFREDINI
5 de agosto
1350 d.C.
Francisco Zanfredini nació en Pésaro, y fue bautizado con
el nombre de Juan; al perder a sus padres siendo joven, después
de distribuir a los pobres sus bienes, siguió la regla de la
Tercera Orden franciscana. Primero vivió un tiempo en el
eremitorio de Montegranaro, en oración y penitencia; luego,
deseoso de difundir el culto a la Virgen, regresó a
Pésaro y construyó una pequeña capilla en su honor
y colocó allí una imagen de María muy venerada.
Construyó una segunda capilla en Montegranaro y luego
fundó en el Monte Accio cerca de Pésaro, un convento,
donde transcurrió gran parte de su vida y recibió otras
personas como él deseosas de perfección.
Como ardiente
Terciario franciscano, no sólo practicaba la penitencia, sino
que se dedicaba a las obras de caridad, recogía limosnas para
ayudar a los pobres, para restaurar iglesias y hospitales, para ayudar
a sus cohermanos.
Curado de una grave enfermedad, quiso mostrar a Dios su
agradecimiento yendo en peregrinación a Asís para ganar
la indulgencia de la Porciúncula. Al regresar a Pésaro,
siempre más deseoso de prodigarse por el prójimo, con su
conciudadana la beata Miguelina Metelli, también ella Terciaria
franciscana, fundó, en 1347, la Compañía de la
Misericordia para la asistencia a los enfermos y la sepultura de los
muertos. Aunque atraído por el apostolado de la caridad para con
los que sufren y los humildes, de cuando en cuando iba a reponerse en
el primitivo eremitorio de Montegranaro, donde a los 80 años de
edad, expiró serenamente, dejando a sus discípulos como
testamento espiritual preciosas enseñanzas.
La noticia de su muerte se difundió
rápidamente en la ciudad y en los campos, y se reunió
alrededor de su cadáver una multitud de devotos en
demostración del alto concepto que tenín de su santidad.
Su tumba muy pronto se convirtió en meta de peregrinaciones de
fieles que lo invocaban y obtenían favores. Después de no
mucho tiempo, por voluntad de los mismos ciudadanos, su cuerpo fue
trasladado solemnemente a la catedral de Pésaro y sepultado bajo
el altar mayor. Su culto, que data de muy antiguo, fue confirmado por
Pío IX el 31 de marzo de 1859.