BEATO FRANCISCO ROMERO ORTEGA
1936 d.C.
28 de agosto
Fueron educados en una familia
cristiana, que se mantenía con el oficio de sastre de su padre, el
Beato Francisco ingresó en el Seminario de san Indalecio de Almería
para responder a su vocación sacerdotal. Fue ordenado presbítero
en mayo de 1895, ejerciendo el ministerio por más de cuarenta años.
Inició su ministerio en las coadjutorías de san
Sebastián y san Pedro de la ciudad de Almería, marchando después
a la de Benizalón. Regresó a su ciudad natal en 1910, como
Capellán de san Antonio de los Molinos de Viento y Coadjutor de san
José. En 1926 fue nombrado Capellán de las Siervas de María.
Durante el Sínodo de Almería de 1929 ejerció de Ostiario.
El uno de octubre de 1931 tomó posesión de la capellanía
de Araoz.
Don José era tres años menor que su hermano, en
1888 siguió sus pasos e ingresó en el Seminario de san Indalecio
de Almería. Recibió el Sagrado Orden del Presbiterado en diciembre
de 1899. Inició su ministerio pastoral como Capellán del Manicomio,
atendido entonces por las Hijas de la Caridad. En 1911 fue adscrito a la
Parroquia de san José de Almería. Al año siguiente marchó
a la coadjutoría de Gérgal, regresando cuatro años después
a la Parroquia de san José de Almería. En 1919 fue nombrado
Coadjutor de la Parroquia de Santiago de Almería, donde era Párroco
su compañero de curso el siervo de Dios don Carmelo Coronel Jiménez.
Durante diecisiete años sirvió a la feligresía
de Santiago, dejando un beatífico recuerdo. Un testigo cuenta que:
«Era un hombre sencillo, entregado a las labores parroquiales y afanoso
en el servicio de los pobres y humildes. Ni una palabra de queja ante la
persecución y monstruosidad de su muerte, a manos de unos enemigos
de la Iglesia, que se olvidaron de los más elementales valores éticos,
morales y humanitarios».
El veintisiete de agosto de 1936, a causa de la Persecución
Religiosa, fueron detenidos en la casa que compartían en la ciudad.
Llevados al Cuartel, poco después los condujeron en un vehículo
hasta la carretera a Huércal de Almería. La comitiva se detuvo
en la barriada de la Fuensanta, animándose entre los hermanos: «Ya
mismo lo vamos a ver… cara a cara».
Al dispararles, sólo murió el Beato José.
Mientras, el Beato Francisco, malherido, trató de refugiarse bajo
un puente. Don Adelino Castillo narra lo que sucedió cuando los milicianos
descubrieron que seguía con vida: «Le pincharon en sus ojos
con una sombrilla vieja, le pusieron en la boca una mazorca de maíz
prendida de fuego con gasolina. Y, por sí esto no fuera ya suficiente
mofa, echaron los cuerpos de los dos mártires al carro que transportaba
el pescado para su venta en el pueblo». El Beato Francisco tenía
sesenta y cuatro años al recibir el martirio y su hermano setenta
y un años.