BEATO FRANCISCO MANZANO CRUZ
1936 d.C.
1 de septiembre
En la Iglesia Parroquial de
la Inmaculada de su ciudad natal fue bautizado tres días después
de nacer. Ingresó en los Seminarios de Almería y de Granada.
Mucho tuvo que sacrificarse su familia y él mismo para sufragar estos
estudios, pues ni siquiera podía pagar el billete del tren durante
las vacaciones y volvía caminando a Adra.
El Arzobispo Meseguer y Costa, el dieciocho de septiembre de
1909, le confirió el Presbiterado en Granada. Cinco días después
fue nombrado Coadjutor de Alboloduy y, un año después, Cura
Ecónomo de Torre – Cardela. Desde el dieciséis de octubre de
1911 sirvió la coadjutoría de su Parroquia natal, edificando
con su santidad a sus paisanos por un cuarto de siglo.
Muy piadoso y entregado a su ministerio, vivía con gran
austeridad. Doña Josefa Gómez, antigua feligresa suya, cuenta
que: « Yo nunca le vi usar manteo, al contrario que los otros sacerdotes.
Recuerdo que cuando celebró las bodas de plata sacerdotales un grupo
de amigos le regalaron un reloj de oro de la marca Longines y el siervo de
Dios no se lo quería poner porque decía él que era mucho
lujo para un sacerdote. » Aficionado al dibujo, aún se conservan
algunas de sus obras como auténticas reliquias.
Al inicio de la Persecución Religiosa, la sierva de Dios
doña Carmen Godoy y su tía le enviaron un giro postal para
que pudiera refugiarse en Madrid. Devolvió el dinero y les respondió:
« Mi puesto está en Adra y en la iglesia. » También
se negó a quitarse la sotana. A las doce de la noche del uno de septiembre
de 1936, su vecina doña Ángeles Martínez refería
que: « Lo apresaron en su misma casa sin que pusiera resistencia. El
marido de su sobrina que estaba allí, de la impresión e impotencia
ante la injusticia que estaban cometiendo, perdió el habla y quedó
así hasta que murió. »
En unión con el siervo de Dios don José Peris
Ramos, los llevaron a la rambla de Albuñol. Ataron sus manos y arrastraron
sus cuerpos por el suelo hasta mutilarlos, fusilándolos después.
El humilde padre Manzanico, como aún lo llaman cariñosamente
los abderitanos, fue martirizado a sus cincuenta y cinco años.