BEATO FRANCISCO DE
SANTA
MARÍA y 14 Compañeros
1627 d.C.
27 de agosto
Nació en Montalbanejo (Cuenca).
Muy joven entró en la Provincia de San José de los
franciscanos descalzos, en la que hizo la profesión religiosa y
fue ordenado sacerdote. Se ofreció para ir a las misiones y en
1609 marchó a Filipinas, donde trabajó con mucho celo por
la conversión de los nativos y la salvación de las almas.
Llevaba ya 14 años en Filipinas cuando se le
propuso la
posibilidad de pasar a Japón, pese a que estaba vigente la
persecución y se corría un gran peligro. Hay que decir
por tanto que incluyendo la perspectiva del martirio es como el P.
Francisco de Santa María se ofreció para ir a
Japón, a donde marchó acompañado del beato hermano
Bartolomé Díaz “Laurel”. Desembarcaron ambos religiosos
en una playa próxima a Nagasaki y como no tenían asignado
un puesto de misión fijo, lo primero que hicieron fue enterarse
de qué comunidades estaban más desasistidas, pues era su
intención cubrir los puestos más abandonados
religiosamente a causa de la persecución.
Su vida fue, pues,
itinerante, y ciudades, aldeas, caminos y bosques, altas
montañas y ríos fueron los sitios por donde ambos
misioneros hubieron de pasar continuamente. Tenían los
misioneros la consigna de no exponer las vidas sino reservarse para
poder ejercer el apostolado, ya que el martirio dejaba sin obreros el
campo evangélico. Como la búsqueda policial arreciaba
más, en algunas ocasiones se vieron los misioneros obligados a
vivir en los bosques, únicos sitios de mayor seguridad,
albergándose en pobres cabañas y pasando grandes
privaciones. Pronto tuvieron una estimable compañía: un
joven cristiano japonés que se había unido a ellos,
profesaría, ya preso, en la Orden franciscana y se
convirtió en su guía y mentor, con la garantía de
pasar muy inadvertido por ser nativo. Se trataba del beato Antonio de
San Francisco, que morirá mártir con sus dos
compañeros. Así pasaron cuatro años de intensa y
fecunda labor apostólica.
En la primavera del año 1627 estaban en la casa
del beato
Gaspar Vaz el P. Francisco y el Hno. Laurel junto con un grupo de
cristianos para celebrar allí la eucaristía. Un
apóstata se enteró y avisó a la policía.
Ésta llegó con presteza y rodeó la casa, y todos
hubieron de entregarse. No estaba fray Antonio, pero al enterarse de la
detención acudió a declarar su cristianismo y
quedó igualmente preso. Fueron todos llevados a la cárcel
y allí se dedicaron a la oración, animándose
mutuamente a permanecer firmes en la fe. Juzgados, se les
condenó a muerte.
Además de los ya mencionados eran: María
Vaz, Luis
Soyeman, Francisco Cufioye, Tomás Wo Yinyemon, Lucas Kiiemon,
Miguel Kizaiemon, Martín Gómez de Facato, Francisco
Curobioye, Cayo Yiyeimon, María Magdalena Kiota y Francisca
Bizzoca Pinzokera. Fueron trasladados a la prisión de Nagasaki,
donde sufrieron toda clase de penalidades. Una parte del grupo fueron
degollados y la otra parte quemados vivos a fuego lento.