BEATO FERNANDO
ESPAÑOL BERDIE
8 de agosto
1936 d.C.
Fernando Español nació en Arciles
(Huesca). Estudió Derecho en la Universidad. Obtuvo la
exención del servicio militar para terminar el doctorado en
Derecho Civil y Canónico. Y en ese momento cayó enfermo
de gravedad. Era el año 1898. Tuvo un sueño, en el cual
se vio vestido con los ornamentos sacerdotales ante la mirada
complaciente de la Santísima Virgen. Se sintió enseguida
curado de su enfermedad. A pesar de tener a la vista un porvenir que se
prometía risueño y feliz, aquel sueño
maduró su vocación sacerdotal y expresó a sus
padres el deseo de ingresar en el seminario de Barbastro. Fue
dispensado de unas cuantas asignaturas, dedicándose casi
exclusivamente al estudio del latín y de la Sagrada
Teología. Fue ordenado sacerdote en 1901.
Fue encargado de la
parroquia de Ornella. Luego pasó a coadjutor de Benasque,
regente de Lezue y en 1907 párroco de Gruatau. Allí
vivió feliz D. Fernando, abogado y cura sencillo de pueblo. Daba
catequesis a los niños, predicaba, cuidaba las almas de los
jóvenes, de los matrimonios, de los enfermos. Rezaba y
aún le quedaba tiempo para leer. Se veía feliz como cura
de pueblo. En 1921 fue nombrado párroco de la parroquia de San
Esteban de Plan. Comenzaba sus trabajos en la nueva Parroquia cuando
recibe una carta del nuevo Obispo de Cuenca, el beato D. Cruz Laplana y
Laguna, invitándole a acompañarle a Cuenca como familiar
y secretario particular. Aceptó la invitación y no le
abandonaría hasta el momento de su martirio, que no
permitió dejarlo solo. Pronto opositó y ganó la
dignidad de maestro de ceremonias de la Catedral, que ejerció
bastantes años. Fue también profesor del seminario. El
obispo premió sus servicios con una canonjía de gracia.
Siempre cumplió con gran exactitud, bondad y sencillez, siendo
muy querido y apreciado por todos.
Tras el fracasado
golpe de estado, Cuenca fue fiel al gobierno republicano por obra del
teniente coronel Francisco García de Ángela, a los pocos
días después con la llegada de milicianos anarquistas
mandados por Cipriano Mera, empiezan a producirse los desmanes. En la
tarde del 20 hizo explosión una bomba en la puerta del palacio
episcopal. A partir del 28 de julio los acontecimientos se precipitan y
el obispo es obligado a dejar su residencia en compañía
de su mayordomo Manuel Laplana y de su familiar el beato Fernando
Español, bajo custodia de milicianos, al Seminario convertido en
cárcel.
El 7 de agosto, a
medianoche se presentan un grupo de siniestros pistoleros, haciendo
subir a un autobús al obispo y a Fernando Español.
Monseñor Laplana dijo: «Si es preciso que yo muera por
España, muero a gusto. Ya voy preparado y confesado».
El autobús
después de recorrer los cinco kilómetros que separaban a
la ciudad del kilómetro 5 de la carretera de Villar de Olalla,
pasado el puente de la Sierra, el cabecilla del piquete Emilio
Sánchez Bermejo, les hizo bajar del vehículo. El obispo
Laplana levantó la mano para bendecirles, pronunciando las
siguientes palabras: «Yo os perdono y desde el cielo
rogaré por vosotros».
Una bala le atravesó la palma y se le incrustó en la
sien. Murió de sotana y con las insignias episcopales, ya que
cuando lo detuvieron se negó en redondo a vestirse de paisano.
Simultáneamente caía acribillado su sobrino y secretario,
Fernando Español. Fueron sepultados al día siguiente en
una fosa común del cementerio de Cuenca.