BEATO FEDERICO DE
RATISBONA
30 de noviembre
1329 d.C.
Nació en Ratisbona (Alemania). Sus padres pertenecían a
la clase media. Entró en calidad de hermano no clérigo en
el convento de los agustinos de Ratisbona (Regensburg, Alemania), y
sirvió a la comunidad como carpintero, con el encargo de proveer
a la casa la leña necesaria para el uso cotidiano. Un modesto
trabajo llevado a cabo durante años, unido a una profunda vida
de oración. Fue apreciado por su religiosidad, su generosa
obediencia, su delicadeza con los hermanos, su caridad con los pobres,
su humildad y, en particular, por su ardiente devoción a la
eucaristía; se narra cómo un día en que no pudo
asistir a la misa, en el mismo lugar donde se encontraba trabajando,
recibió la comunión de manos de un ángel.
Desde 1913, sus restos
mortales, se hallan expuestos a la veneración de los fieles en
la iglesia agustiniana y parroquial de Santa Cecilia en Ratisbona. El siervo de Dios, Clemente Fulh,
Prior General, O.S.A., en una carta a los hermanos no clérigos,
decía: “El beato Federico llegó en vuestro estado a la
cumbre de la perfección, observando fielmente las normas
establecidas por N. P. S. Agustín en su obra “De opere
monachorum”, es decir, juntando en admirable consorcio la vida
perfectamente contemplativa con la vida perfectamente activa. El beato
Federico, en los diversos oficios que le encomendara la obediencia,
sirvió sin descanso y con singular solicitud a la comunidad,
anteponiendo siempre el bien común al propio, que es el
carácter distintivo de la caridad cristiana, según nos
enseña San Pablo y nos recuerda N. P. S. Agustín en la
Regla. El beato Federico es dechado y ejemplar admirable, pues
íntimamente unido a los sacerdotes por la obediencia y la
caridad, aspiró ardientemente a que Jesucristo reinara con
imperio absoluto en las almas, y sobre todo en su corazón.
Seguid sus huellas, imitad sus ejemplos e invocad su protección,
para que también vosotros logréis llegar al mismo fin; a
la perfección en vuestro estado y a la bienaventuranza
eterna”. Su culto fue confirmado por san Pío X, el 12 de
mayo de 1909.