El exorcismo consiste en expulsar al demonio por medio de la oración .
En mi nombre echarán los espíritus malos (Mc 16,17).
Los setenta y dos volvieron muy felices, diciendo: Señor, en tu nombre sometimos hasta los demonios. Jesús les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Sepan
que les di poder de pisotear a las serpientes, a los escorpiones y a todas
las fuerzas del enemigo, y nada podrá dañarles a ustedes.
Sin embargo, no se alegren porque someten a los demonios, alégrense
más bien porque sus nombres están escritos en los cielos (Lc
10,17-20).
El Exorcismo es un sacramental que consiste en la petición que hace
la Iglesia públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo,
para que una persona (sea o no bautizada), animal, lugar u objeto sea protegido
contra las asechanzas del diablo y sustraída a su dominio. Jesús
practicó exorcismos, y de Él tiene la Iglesia ese poder y oficio.
Tiene lugar en forma simple en la celebración del bautismo
del niño o como parte de la iniciación cristiana de los adultos
no bautizados. El ministro pronuncia exorcismos sobre el candidato, porque
ese sacramento significa la liberación del pecado y de su instigador,
el diablo.
El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote,
al que se llama exorcista, que ha recibido licencia peculiar y expresa
para realizar legítimamente exorcismos sobre los poseídos por
el demonio. Concede la licencia el ordinario del lugar, solamente al presbítero
piadoso, docto, prudente y con integridad de vida. Esta licencia puede otorgarse
de forma estable o ad casum.
Se procede en este acto con prudencia, observando estrictamente
el rito establecido por la Iglesia, y asegurándose antes de que se
trata de una presencia del diablo, y no de una enfermedad, mediante algunos
signos como el odio a la religión, una desmesurada fuerza física,
o el uso de lenguas desconocidas.
En el lugar en que se realice el exorcismo solemne debe haber
una imagen de Jesucristo en la cruz y de la Santísima Virgen, sea
o no en un lugar sagrado. Se requiere el consentimiento de la persona que
recibe el exorcismo, o al menos la presunción de que lo habría
dado si pudiera.