EUGENIO IV
1431-1447 d.C.



   Gabriel Condulmer pertenecía a la nobleza veneciana y era sobrino de Gregorio XII, que le había concedido el obispado de Siena y la púrpura cardenalicia. El gran problema de su largo pontificado fue el conflicto con el concilio de Basilea. En 1431 el Papa disolvió el concilio, pero gran parte de los Cardenales participantes abandonaron al Papa y declararon que un concilio no podía ser disuelto por ningún Pontífice. Nicolás de Cusa sostenía en su libro De Concordantia Catholica que el privilegio de la infalibilidad pertenecía sólo al concilio.
 
   El Cardenal Enea Silvio Piccolomini, el futuro Pío II, apoyaba la misma tesis, junto con el mismo legado papal, el Cardenal Cesarini. Para salvar el principio de la primacía y, aconsejado por Segismundo, que en 1433 había recibido en Roma la corona imperial, Eugenio IV anuló el decreto de disolución del concilio de Basilea y reconoció el carácter ecuménico del mismo. Pero la situación no evolucionaba a su favor. Los elementos extremistas del concilio querían transformarlo en una autoridad permanente y en una instancia suprema, con el fin de quitar a la Iglesia su carácter monárquico. En Italoa la situación empeoraba y Eugenio tuvo que refugiarse en Florencia, después que Felipe María Visconti de Milán había invadido los estados papales.

   En 1435 el concilio votaba la supresión de las annates, derechos, impuestos y tributos percibidos hasta entonces por la Santa Sede. Finalmente, se negó a la ruptura en el momento en que el Papa transfería el concilio a Ferrara, en Italia, mientras gran parte de los Cardenales, dirigidos por Luis Alemán, Obispo de Arlés, permanecía en Basilea.

   Un inesperado reconocimiento de la autoridad papal se produjo entonces por parte del emperador de Constantinopla. Lo que había quedado del antiguo Imperio Bizantino vivía bajo la permanente pesadilla de la invasión turca. Casi toda la península balcánica había sido conquistada, y más al norte los principados rumanos de Valaquia y Moldavia luchaban para conservar su indenpendencia ante la invasión de los infieles.

   Juan VIII Paleólogo vino entonces a Italia, junto con el patriarca de Constantinopla, e invitados por el Papa, participaron en el concilio de Ferrar, que pronto fue trasladado a Florencia, debido a la amenaza de la peste. Se llegó a un acuerdo el 5 de julio de 1435 y Benozzo Gozzoli dejó testimonio del lujo y de la grandeza del concilio en su fresco que todavía se puede admirar en el Palacio Ricardi, de Florencia. Las cuatro cuestiones que fueron abordadas y resueltas fueron: el Filioque o procedencia del Espíritu Santo; los ázimos (el pan que los orientales emplean para la Eucaristía); el purgatorio y la primacía del Papa. El acuerdo al que se llegó afianzaba la autoridad papal y dejaba en el aire a los que se reunian en Basilea. Desgraciadamente, el problema de la unión de las Iglesias no tuvo solución definitiva después del concilio de Florencia. En primer lugar porque parte del clero griego no aceptó la unión y, en segundo lugar porque pocos años después Bizancio caía bajo el dominio de los turcos y el Imperio bizantino se extinguía para siempre.

   Para vengarse de la ofensa sufrida en Florencia, el concilio de Basilea votó la deposición de Eugenio IV, declarándole hereje el 15 de julio de 1439. El 5 de noviembre proclamaron Papa al duque Amadeo VIII de Saboya, que se llamó Félix V. El último antipapa hacía vida casi monástica y había fundado en Ripaille, en Suiza, la orden caballeresca de los Santos Mauricio y Lázaro, cuya divisa era "Servire Deo regnare est". Era un hábil político y un hombre sin tacha, pero el tiempo de los antipapas había pasado. Nadie lo reconoció.

   Eugenio IV fue un protector de las artes. Llamó a Roma a Fray Angélico de Florencia, a Jean Fouquet y a Donatello. La puerta de bronce de la entrada principal de San Pedro fue encargada a Antonio Filarete, que le dedicó doce años de trabajo ininterrumpidos. Guillaume Dufay, el músico belga, perteneció a la capilla papal y escribió en Roma los motetes de Ecclesiae militans y los de Super rosarum flores, compuesto el primero con motivo de la coronación del Papa y el segundo con motivo de la consagración de la Catedral de Florencia, en 1436. El 30 de mayo de 1431, al principio del pontificado de Eugenio, fue quemada en la hoguera por los ingleses Juan de Arco, la Doncella de Orleáns.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)