BEATA EUGENIA JOUBERT
2 de julio
1904 d.C.
Eugenia
nació en Yssingeaux, (Francia). Infancia, vocación, vida
religiosa, apostolado, sufrimiento y muerte; todo en la vida de Eugenia
quedará marcado por la presencia maternal de María. En
1895, ingresó como postulante en el convento de las religiosas
de la Sagrada Familia del Sagrado Corazón, en Puy-en-Velay.
Eugenia ni siquiera tiene veinte años; su porte es vivo y
graciosa su forma de reír. Pero su jovencísimo rostro,
casi infantil, refleja al mismo tiempo una seriedad muy profunda. Su
recogimiento es admirado y provoca la emulación de sus
compañeras de noviciado.
En1896, tomó el hábito religioso de manos
del padre Rabussier, fundador del instituto. En 1897, sor Eugenia
pronunció sus votos religiosos. La nueva profesa descubre en
ello un estímulo para progresar en esa vía, y se fija en
dos aspectos que le parecen esenciales para alcanzar "la sencillez del
niño": la humildad y la obediencia. Para sor Eugenia, la
humildad es el medio de atraer "las miradas de Jesús". En una
ocasión, es reprendida severamente a causa de un trabajo de
costura mal hecho, pero la labor en cuestión no era suya... A
pesar de que su naturaleza se rebele contra ello, sor Eugenia calla;
podría justificarse, explicar la equivocación... pero
prefiere unirse al silencio de Jesús, que también fue
acusado en falso. En la humillación encuentra una ocasión
de "crecer en la sumisión", lo que para ella es un verdadero
éxito. La humildad va pareja a la obediencia. Sor Eugenia ve en
la obediencia "el fruto de la humildad y su forma más verdadera".
Nada más pronunciar los votos, la joven religiosa
es destinada a Aubervilliers, en las afueras de París, a una
casa dedicada a la evangelización de los obreros. Se
encariña con el corazón de los niños, consiguiendo
de ese modo aquietar sus travesuras, que no faltan en su auditorio. Su
secreto fue la paciencia, la dulzura y la bondad. Los resultados que
consigue son inesperados.
Durante el verano de 1902, sor Eugenia sufre los primeros
efectos de la enfermedad que se la llevaría de este mundo: la
tuberculosis. Empieza entonces un doloroso calvario que durará
dos años, y que acabará santificándola
uniéndola mucho más a Jesús crucificado. Encuentra
un gran consuelo meditando sobre la Pasión. En medio de la
oración, Jesús le hace comprender que, para seguir siendo
fiel en medio de los sufrimientos, debe "abrazar la práctica de
la infancia espiritual", "ser un niño pequeño con
Él en la pena, en la oración, en el combate y en la
obediencia". Hasta el último momento la guían la
confianza y el abandono. Tras una hemorragia especialmente fuerte,
recae agotada. Sor Eugenia acoge en medio de una gran paz el anuncio de
su partida hacia el cielo, recibiendo el sacramento de los enfermos y
la Comunión. Alguien le acerca un retrato del Niño
Jesús, ante cuya imagen sor Eugenia exclama:
“¡Jesús!... ¡Jesús!...
¡Jesús!...” y su alma emprende el vuelo hacia el
cielo. Fue beatificada por san Juan Pablo II el 20 de noviembre de
1994.